I. Pérdida de valores culturales.
Costa Rica, entre varias otras
naciones del mundo, se encuentra en franca crisis de valores que la hicieron
una de las naciones más progresistas y desarrolladas del mundo. Ese progreso es
aún evidente en su educación pública, gratuita y obligatoria, la cobertura de
seguridad social universal, la desmilitarización, la conservación
medioambiental que incluye el turismo ecológico, la capacidad de generación de
energías renovables y la clasificación de su abundante biodiversidad, entre
otras.
A. Causas.
Los orígenes son difíciles de
precisar, quizás porque son complejos. Uno de ellos es sin duda la
globalización de la información y de tendencias culturales que se convierten en
patrones de consumo e imitación. También es altamente probable que algunas
conductas que no existían décadas atrás provinieran de otras naciones por medio
de migraciones masivas de personas que se arraigaron en Costa Rica.
Sin embargo, la economía de
mercado ha provocado en el país una apertura vertiginosa a la oferta masiva de
bienes y servicios que han estimulado e incentivado el consumismo como un
patrón cultural predominante. Desafortunadamente, este consumismo es excluyente
de aquellos segmentos de la sociedad que viven en la pobreza o en la miseria.
Esa desigualdad no elimina los estímulos e incentivos del mercado, pero resulta
imposible para un alto porcentaje de la población tener acceso a mucho del
universo de bienes y servicios disponibles en el mercado nacional.
También es probable que se haya
debilitado significativamente la institucionalidad religiosa. La sociedad
costarricense estuvo basada en una inmensa mayoría en el catolicismo y en sus
estructuras institucionales y educativas. En décadas recientes ha habido un
verdadero éxodo hacia nuevas instituciones religiosas que han surgido en este
mismo período, pero también el éxodo se ha dado hacia un vacío institucional en
el que comunidades enteras se han desprendido de la formación religiosa. Esto
ha resquebrajado el sistema de valores judeo-cristianos sobre los que
descansaba la institucionalidad del país tanto pública como privada.
B. Consecuencias.
Si hemos de elegir entre los costos más elevados de esta pérdida generalizada de valores en el país,
citaremos tres. Primero, se ha perdido el asidero moral y ético en el
comportamiento social a todo nivel: público, privado, académico, comunitario.
Se ha perdido el respeto irrestricto por la vida, la verdad, la honorabilidad,
la justicia, la solidaridad, la armonía.
Segundo, la priorización en la
generación de ingresos. Al existir una especie de competencia por adquirir cada
vez más bienes materiales de última generación, las personas se han abalanzado
hacia las fuentes de riqueza para poder financiar sus gustos. En muchos casos,
según es bien conocido, esas fuentes son ilícitas e inmorales y aún así han
sido legitimadas por quienes las emplean para conseguir ingresos. Esto nos hace
perder enfoque como pueblo de lo que es realmente valioso e importante para el
enriquecimiento de la nación entera.
Tercero, todo el tiempo que la
sociedad invierte en el uso, disfrute y consumo de bienes y servicios a manera
de entretenimiento, así como el tiempo que se pierde tan ineficientemente en el
transporte vial le resta millones de horas al año al país en servicios civiles
y voluntarios que existen en todas las sociedades. Esto limita la seguridad ciudadana
y la solidaridad comunitaria que existía cuando el pueblo le dedicaba tiempo a
sus familias, su vecindario y sus colegas y compañeros de trabajo.
Con este diagnóstico pretendemos
ubicar el conflicto ante el cual nos enfrentamos como sociedad y poner en
perspectiva la dimensión del esfuerzo que será necesario para enderezar.
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