Wednesday, September 21, 2011

Con cariño para Ángela

Hola Angelita,

La situación de México la sufro en carne propia. Es mi planeta el que está herido, doliendo y sufriendo. Es mi gente, mi propia raza humana, la que llora, sangra y muere. Es la comunidad que comparto contigo y con todos los demás la que está compungida de temor, de estrés, de ansiedad.

Lo más triste es que todo este dolor y sufrimiento que estamos viviendo es provocado por nosotros mismos. No es una paradoja. Definitivamente somos la especie animal más destructiva consigo misma y con otras especies vivientes. Hacemos de la muerte una industria alimenticia y de las armas de guerra uno de los negocios más lucrativos de la humanidad.

La pregunta es si estamos destinados a la auto-destrucción como sociedad o si esto es tan solo una aparente paradoja de la realidad. Si lo primero, entonces no nos queda mucho más por hacer y el final se aproxima. Pero si lo segundo, entonces debemos encontrar la luz.

Creo que el camino empieza por la fe, sin importar la denominación. Esa esperanza infranqueable de que mañana será un mejor día, de que la mayor prosperidad humana aún está por verse, de que los seres humanos seremos parte de la simbiosis esplendorosa que existe en la naturaleza.

Presiento un despertar de conciencia. Lo veo en todas partes menos en las noticias. Los noticieros están cargados de morbo, y eso sólo exacerba nuestra adicción al miedo y al estrés por lo violento y malvado. Eso se convierte en un círculo vicioso para que los más malos de nuestra especie se sigan comportando igual, pues siguen robándose titulares y primera plana de los noticieros, convirtiéndose en los más famosos. Y el público -nosotros- seguimos consumiendo sin cesar.

De qué me sirve salvar mi propia alma, refugiarme en un monasterio perdido en la montaña si hay sufrimiento a mi alrededor? Habrá quienes prefieran el retiro y otros que elijan el combate. Yo procuro hacer silencio en el silencio y bregar fuerte en el combate. No creo que se trate de pelear, sino de combatir esta onda de mala vibración que nos ataca. Así no era mi mundo cuando nací, y no tengo por qué aceptarlo ahora.

Entonces me esfuerzo cada instante de cada día en hacer el mayor bien posible, en aproximar mis pensamientos a la armonía que aspiro tener y compartir la buena vibración y la buena energía con los seres con los que co-genero más amor: mi familia, mis amigos, mis colegas, mis contactos, la niña que me sonríe en la calle, el señor que me da la pasada en la autopista, el chofer que respeta mi vía como peatón, la señora que me vende la fruta, el policía que me desea los buenos días. Somos muchos más los buenos que los malos. Y como dijo sir Edmund Burke, "Para que el mal prevalezca, basta que los buenos no hagan nada."

Llorar es bueno, querida amiga. Quiere decir que estás llena de energía y de emoción. De eso necesitamos mucho más. También sé que estás impregnada de fe. De eso también necesitamos mucho más. Así que ánimo, que el mejor planeta está por verse.

Abrazos,

Álvaro.

Thursday, September 15, 2011

A los jóvenes del bicentenario

Este 15 de setiembre celebramos 190 años de nacionalidad independiente. El concepto pareciera ser casi un anacronismo si consideramos que la interconexión mundial nos ha llevado más bien a la interdependencia entre naciones modernas. Quizás más importante que el significado histórico que tiene esta fecha es lo que implica hacia el futuro.

Ya los desafíos que afrontamos dejaron de ser locales. El botadero de basura es tan grave para sus vecinos como también lo es la contaminación de cuencas hidrográficas en países donde se producen los bienes que consumimos.

De muy poco sirve esforzarse por generar energía a partir de fuentes renovables y limpias si otros países la siguen produciendo de fuentes altamente contaminantes.

Este es un llamado urgente a un liderazgo criollo que vaya mucho más allá de nuestras fronteras y límites geográficos. Porque hay algo muy particular en el ser costarricense y en su idiosincrasia que hace falta en el liderazgo global: esa sensibilidad que conduzca a rupturas valientes como la abolición del Ejército, la reserva legal de una cuarta parte de sus bosques, el bioalfabetismo para clasificar a todas las especies vivientes o el ser pioneros en turismo ecológico.

Los desafíos del mundo para el 2050 son inmensos. Los límites naturales del planeta empiezan a sonar como ecos a la distancia que van cobrando fuerza cada vez más. Habrá para entonces 9.000 millones de bocas humanas que alimentar y muchos millones de hectáreas de bosque y tierra arable menos que hoy para purificar nuestro aire, agua y producir nuestros alimentos.

El liderazgo que requerimos para mediados de siglo es un llamado para que empecemos desde ya a formar a aquellos líderes que tengan un cúmulo de virtudes que los hagan competitivos a nivel global y capaces de hacerse escuchar entre el barullo ensordecedor que va en aumento. Algunos quizás aún no han nacido o están muy chicos.

Nuestros líderes del 2050 serán aquellos que se encuentren en su esplendor sociopolítico y profesional. Serán aquellos jóvenes que celebrarán el bicentenario con la algarabía de esa noche y con la seriedad de aquellos días; los que hoy puedan comprometerse con el país y con el planeta a 30 o 40 años de entrega y trabajo. Ellos son nativos digitales en la era de la información y el conocimiento, donde las ideas viajan a la velocidad de las redes sociales en la democracia 2.0.

Quizás para el bicentenario –ojalá antes– ya hayamos tenido la experiencia de un referendo digital. Eso le dará una capacidad de gestión al Estado que no se imaginaron nuestros líderes más eficaces. Más aún, los plebiscitos cantonales digitales permitirán a cada comunidad adaptarse a los tiempos más ágilmente, priorizar el gasto cantonal, decidir el destino de sus impuestos, en fin, asumir las riendas de su comunidad con responsabilidad ciudadana.

En Costa Rica ya sabemos que las grandes batallas de la humanidad no se pelearán con pólvora. Los abuelos de los jóvenes del bicentenario renunciaron a ello y mantenemos esa virtud incólume. Elegimos como único camino el diálogo constructivo que, cuando ha funcionado, ha sido majestuoso, y cuando falla nos deja inertes como pueblo.

Para los que ya no seremos jóvenes o no estaremos activos en el 2021, el rol de nuestra generación es facilitar el proceso de interconexión entre nuestros padres –que nos han traído hasta aquí– y nuestros hijos –que nos conducirán al 2050 en el esplendor de sus vidas–. Empieza así, este mes, la cuenta regresiva de diez años para forjar a los líderes que requeriremos para el tercer siglo de vida nacional.