Wednesday, May 30, 2007

Gobernar es educar

No hay que temer a los argumentos que se oponen a los nuestros. Si gobernar es educar, el Gobierno debe tomarse en serio la tarea de educar siempre, en especial durante la campaña del Referéndum. Cómo educar? Tal y como educaríamos a nuestros nietos. Porque con nuestros hijos aprendemos el arte de criar, los adoctrinamos y les transmitimos nuestras creencias y nuestros temores. A los nietos se los educa con cariño desinteresado. Se aprovecha el tiempo al máximo con ellos, y se los trata como futuros adultos, o sea, con sensibilidad por ser niños y con la verdad para que aprendan a pensar.

La falta de verdad produce temor, corrompe el espíritu del ser humano, engaña. Si gobernar es educar, debemos aprovechar cada minuto que tengamos con el Pueblo para explicar, hasta el cansancio, los nortes y rumbos del Gobierno, los planes, las causas, las consecuencias, la coyuntura entre pasado y futuro, el entorno internacional del que somos parte, y cómo opera el mecanismo electoral de la democracia, donde cada voto cuenta, y sumado a los demás, el que obtiene más votos gana.

Con el Pueblo hay que ser sensibles: ellos se sienten pueblo, nosotros gobierno, aunque seamos de los mismos, pueblo y gobierno por igual; debemos ser empáticos, tratar al Pueblo con dignidad y con sinceridad, ser sensibles a sus expectativas, temores y creencias; y por encima de todo, hablarles con la verdad en la mano.

No hay excusas para no revelar la verdad. La verdad vincula a las personas; genera confianza; motiva; empodera. La verdad libera, limpia el espíritu, derrota a la corrupción. Con la verdad como base podemos estar seguros de que estaremos construyendo una nación justa que nos incluya a todos.

Entonces, los argumentos de los opositores son respetables, porque son creencias y temores de la gente, y además los apreciamos porque nos indican el rumbo a seguir en la labor de educación que realiza el Gobierno. La oposición le dice al Gobierno adónde hace falta más información, más sensibilidad, más verdad.

En otros países, los problemas nacionales se resuelven con balas y muertos, con incendios y bloqueos. En nuestro país estos problemas los resolvemos a través de la palabra, o sea, dialogando y votando por medio de elecciones libres y democráticas, donde todos tienen el derecho y el deber de votar y decidir el futuro del país, y el privilegio de disfrutar de esta nueva fiesta que conmemora nuestra centenaria democracia.

Tuesday, May 29, 2007

Nuestra Guerra Civil

Las guerras civiles son episodios de crisis que atraen la mayoría de la energía de una nación. En una guerra civil, hermanos se matan entre hermanos. Los resultados son devastadores en lo ambiental, en lo político, en lo económico, en lo social, en lo emocional, en lo espiritual. Su gravedad puede llevar a desangrar una sociedad por completo y sumir a un país entero en el estancamiento, del cual cuesta varios años salir.

Las guerras civiles requieren, como requisito exclusivo, la existencia de un poder militar legítimo y de un poder militar ilegítimo. Unos reprimen, otros detentan. Sin embargo, en ausencia de poder militar, las guerras civiles no tienen cómo surgir.

Podríamos pensar que esa es la gran ventaja que tiene Costa Rica, pues al no tener ejército, no tiene ente armado represor ni gesta un ente armado detentador.

Lo que sí es cierto es que muchas de las devastadoras consecuencias que conlleva una guerra civil se pueden vivir aún en un Estado desmilitarizado como el nuestro. La ingobernabilidad, la pérdida de confianza, la pérdida de valores, el aumento en la violencia, las señales que el país envía a nivel internacional en cuanto a comercio exterior e inversiones, la articulación del tejido social, la eficacia del sistema educativo, las percepciones del pueblo, el mercado interno, la sostenibilidad del medio ambiente.

Cuando un país ha pasado diez años sin tomar decisiones que orienten el timón en el sentido del desarrollo social, económico, político y ambiental a la altura de las mejores prácticas mundiales modernas, está asegurándose que no saldrá adelante. Es como si un niño de escuela, ignorante de la mayoría de circunstancias que rigen su vida, decidiera dejar de estudiar. Estudiar implica tomar centenares de decisiones -cada sesión de estudio hay que decidir hacerla- para lograr un objetivo que está muy adelante en el futuro y que cuenta con pocos incentivos para seguir adelante. No obstante, casi todos terminan la escuela, muchos el colegio y bastantes la universidad.

Para los que no eligen ese rumbo, el Estado debe proveer oportunidades para que puedan recibir empleos dignos en calidad y remuneración y las facilidades que existen en el mundo moderno para desarrollar emprendimientos. La creación de empresas es, sin ninguna duda, el motor de la generación de la riqueza que requiere un país para salir adelante en lo social, gracias a la adecuada distribución de la riqueza a la que le hace honor nuestra Carta Magna.

No ha pasado por Costa Rica una guerra civil, ni por asomo, en toda su historia. Nunca el país ha sufrido de estancos o crisis prolongadas por decenios y generaciones. Sin embargo, los últimos diez años nos hemos quedado en un nivel de desarrollo inferior al que hubiéramos podido alcanzar si nos hubiéramos podido poner de acuerdo. Nunca es tarde para ponernos de acuerdo para que los próximos diez no representen otro letargo en el desarrollo de nuestras generaciones futuras.

Rasgar las velas

Cada uno en lo suyo y paz en lo de todos. Cada persona tiene la oportunidad de desempeñar un papel en la sociedad en la que vive. Algunos eligen desempeñarlo, otros no. Eso se respeta. Cada ser humano tiene, además, la posibilidad de construir, con sus semejantes, una mejor sociedad. Algunos eligen no hacerlo. Eso también se respeta. Toda persona, desde la más niña hasta la más vieja está en capacidad de comprender que la coexistencia pacífica es terreno fértil para el bienestar y la felicidad. Algunos eligen distinto, y eso se respeta, siempre que eso no limite la fertilidad que la coexistencia pacífica brinda a los que sí la quieren. En palabras de Benito Juárez, "el respeto al derecho ajeno es la paz." Porque un país de paz lo es para todos sólo si todos somos concientes y nos esforzamos por alcanzarla. Basta conque una sola persona no desee que haya coexistencia pacífica para que deje de haberla. La paz es, por eso, el más frágil de los consensos, y a la vez el más anhelado por todos, incluso por quienes eligen alejarse de ella. Esta gente lo que más carece es de paz interior, de armonía consigo mismo, de capacidad de entender que todos queremos una paz que los incluya a ellos.

Cada persona elige qué papel quiere desempeñar en la sociedad. Cada uno elige desde qué posición buscar contribuir a una mejor nación. El papel de los gobernantes es, en las democracias, fijar nortes, trazar rumbos y alzar velas. Nunca lo ha sido soplar. Lo que sopla es a veces resultado del pasado propio de la nación, a veces del presente ajeno a nuestro alrededor. Y otras veces, se sopla entre todos en dirección a las velas que han sido alzadas. Sólo así se avanza. En este mar tan navegable, los gobernantes son los que ejecutan un plan para navegar más eficazmente por la historia y hacia el futuro. Hay personas que se encargan de cuestionar los nortes, de criticar los rumbos y de rasgar las velas para que el barco no navegue, ojalá y zozobre. Al menos en este país.

En otros países más desarrollados, más maduros como naciones, más capaces de aprender de su pasado y leer el entorno actual de cara al futuro, los nortes son cuestionados constantemente, no para oponerse a ellos, sino para cerciorarse de que son realizables; son criticados los planes fuertemente, no para adversarlos, sino para mejorarlos con el fin de que logren sus metas; pero las velas jamás son rasgadas, porque de ellas depende el progreso de todos los pasajeros del barco, de todos los habitantes del país. La condición de las velas determina la capacidad de navegar del mismo modo que la articulación entre las instituciones públicas determina la capacidad de gobernar.

Hecho ese lamentable diagnóstico, el pronóstico es que la ingobernabilidad alterará la sociedad a todo nivel, no sólo en el gobierno público, sino en la empresa privada, los servicios de salud, el sistema de educación, la protección del medio ambiente, y nos postre en el inmovilismo, que, en términos globales, significa retroceso. A menos de que hagamos algo.

Gobernar es educar y educar es dialogar. Dialogar es construir y construir es respetar. Si no se respeta al que piensa diferente, no se está construyendo ni se está dialogando, ni se está educando ni se está gobernando. En eso falla el gobernante. Si no se tiene la capacidad de ponerse en los zapatos del otro, también se está procediendo con irrespeto. En eso falla el gobernado. Ponernos de acuerdo para mejorar la coexistencia pacífica para salir adelante consiste, pues, en respetarnos los unos a los otros. Y en no rasgar las velas.

Sunday, May 27, 2007

Dialogar

Hemos olvidado lo que significa este término: significa construir una mayor coexistencia pacífica a través de la palabra. En el intercambio de ideas en torno al TLC, más pareciera que estamos intentando desacreditar las ideas ajenas y descartarlas en su totalidad, que armar estructuras de intercambio y de amistad basadas en los valores de paz: creatividad, empatía y no violencia.

Pase lo que pase con el Referéndum el próximo 23 de setiembre de 2007, la población de este país deberá esforzarse por construir una nación para todos, algo que hemos olvidado durante toda la última década del siglo anterior y lo que llevamos de este. O sea, una generación entera se nos ha ido esperando alcanzar la aprobación absoluta de nuestras ideas y la aniquilación de las ideas de nuestros adversarios.

Quizás esta es la guerra civil de Costa Rica que algunos han vaticinado. Las dificultades para gobernar han hecho que las docenas de decisiones que el país debía tomar durante estos últimos 17 años hayan sido pospuestas y resagadas. La consecuencia es un freno al desarrollo nacional que caracterizó al país durante todo el Siglo XX.

En otros países, las guerras civiles también implican la mutilación del tejido social, algo que en Costa Rica es prácticamente impensable por ser un país desmilitarizado. Esto garantiza que las luchas armadas no tengan sentido, pues sólo lo tienen cuando las rebeliones armadas o intentan mantener su poder legítimo, en el caso de ejércitos estatales, o intentan legitimar su poder, en el caso de ejércitos rebeldes que buscan derrotar a ejércitos estatales.

No obstante, la ingobernabilidad en la que vivimos, la falta de construcción de lazos de amistad y la inacción para mejorar la coexistencia pacífica, han socavado las bases que hicieron de este país una nación inclusiva, justa, democrática, solidaria. Por ende, a lo que hemos llegado es a un sistema político entrabado por los abanderamientos ideológicos, en algunos casos identificados con partidos políticos, pero en otros casos reducido a un "a favor y en contra" en torno al TLC.

Lo cierto es que constuir nación no es fácil, ni siquiera en condiciones de relativa paz, y el mejor ejemplo de ello es precisamente Costa Rica. Lo peor de todo no es el diagnóstico de lo que ha sucedido en el país los últimos 17 años, sino el pronóstico de que esto no va a cambiar pronto, ni con el Referéndum, ni con las elecciones presidenciales y legislativas de 2010.

La única vía pacífica que hay en el panorama es promover el diálogo, reaprender a construir a través de la palabra, recordar la meta última de la política y del derecho y de la economía y de la medicina y de la ingeniería y de la pedagogía y de las ciencias naturales: mejorar la coexistencia pacífica entre seres humanos que comparten este territorio y que se obligan bajo nuestras leyes soberanas.

Dialogar, además, genera un efecto multiplicador en la sociedad: cuando lo hacemos consistentemente, damos el ejemplo a otros para que lo hagan también. Mientras que si nos dedicamos a debatir, y ni siquiera nos vemos a los ojos cuando hablamos con otros, eso es lo que los demás aprenderán. Tanto más cierto si ese debate confrontativo y poco pacífico lo hacen nuestros líderes políticos, académicos, civiles y económicos.

Wednesday, May 23, 2007

La búsqueda de la Verdad

Mahatma Gandhi ha sido uno de los líderes revolucionarios más influyentes de la historia de la humanidad. Él derrotó, en 1948, al poderoso Imperio Británico y los expulsó de la India, a través de una campaña en la que no se disparó una sola bala. Él motivó a millones de personas a que se defendieran de la ocupación extranjera por medio de la práctica de la "Resistencia No Violenta," que era una disciplina espiritual para construir un carácter -individual y colectivo- basado en la actitud de no agredir al oponente, ni de acción ni de palabra, aunque el oponente sí lo hiciera contra ellos. Venció la paz sobre la guerra, la fuerza del espíritu sobre la fuerza de las armas, la Verdad sobre el Imperialismo.

La filosofía sobre la que Gandhi basó su templo de resistencia no violenta fue la búsqueda, constante e incesante, de la Verdad. Hay tres tipos de verdad: la verdad material de la que hablan los abogados, o sea, aquellos hechos que pueden ser probados en juicio; la verdad subjetiva, que es lo que alguna gente cree porque otros lo dicen; y la Verdad Real, lo que hay detrás de los hechos probados y de lo que la gente quiere que creamos.

El proceso de búsqueda de la Verdad Real es un proceso individual. Nadie nos puede ayudar. Mientras no hallemos la Verdad Real, estaremos atascados en el engaño. Por lo tanto, estaremos siendo esclavos de lo que otros nos dicen. Ser libres significa conocer la Verdad Real. Ser libres significa poder olfatear desde lejos al que miente, al que manipula, al que engaña.

No siempre he dicho la verdad. A veces porque no la sabía, a veces porque he sentido temor de decirla. He aprendido desde mi infancia que mentir corrompe el espíritu aunque creamos que no. Mentir nos aleja de la verdad. Mentir nos mantiene engañados, nos mantiene esclavos, nos roba libertad.

La estrategia de promoción de mentiras es la forma de política más vil y corrupta que existe. Es muestra de la ambición de poder tan grande de las personas, que quieren ganar el apoyo de los demás aunque sea mintiendo.

No mentir es un mandamiento judeo-cristiano que ha gobernado la coexistencia pacífica de la civilización humana por 5700 años.

Qué pasó con el pueblo costarricense que difundía la supremacía del valor de la verdad? Qué pasó con la Costa Rica que metía a la cárcel y eliminaba de la política al mentiroso y al corrupto? Qué pasó con la Costa Rica que defendía su soberanía con antorchas en llamas? Por qué hemos bajado los brazos y hemos permitido que países como Cuba y Venezuela, hermanos latinoamericanos lamentablemente abrazados con el anti-desarrollo, el anti-progreso y la anti-Verdad, nos vengan a decir lo que es bueno para nosotros?

Si es que mi querida Costa Rica decidió bajar los brazos y dejar la "lucha tenaz de fecunda labor," lo acepto con dolor, pero lo acepto. Lo que me preocuparía mucho, dentro de unos años cuando deba irme a buscar trabajo al bello país vecino de Nicaragua, es si mi querida Costa Rica sabía la Verdad cuando decidió en las urnas el futuro de todos los costarricenses, o si decidió porque creyó en mentiras y engaños.

Tuesday, May 15, 2007

Costa Rica sí se vende

La cuestión no es si vendemos o no vendemos el país, sino cómo hacerlo de manera sostenible, de manera que los hijos de nuestra generación también puedan disfrutar de las bondades y delicias de esta tierra. No es solamente una cuestión ambiental, aunque también. Las playas, los bosques, las aguas de mar, río, represa y manto acuífero; la biodiversidad, la salud y el aire limpio.

Al país llegan millón y medio de turistas al año, que son la fuente de sustento para miles y miles de costarricenses. Ellos venden –sosteniblemente en la mayoría de los casos- a Costa Rica.

En el país habitan cerca de 800.000 inmigrantes provenientes de varios países, principalmente de Nicaragua, Estados Unidos, Colombia y Europa. Ellos han venido aquí en busca de mejor porvenir y han decidido quedarse. Han comprado un pedacito de país que tenemos en venta. Vivir aquí, en muchos sentidos, es mejor que vivir en otros países del mundo. Aquí no hay inviernos crudos, ni veranos de sequía. Aquí no hay ni ejército ni terrorismo. Aquí el poder político cambia obligatoriamente cada cuatro años. Aquí los ciudadanos tienen la posibilidad de decidir, cada cuatro años, quién gobierna con ese poder. La mitad de la población del mundo no tiene ese derecho, sagrado para nosotros.

Costa Rica sí se vende: la mano de obra costarricense produce bienes y servicios que no sólo se consumen aquí sino que también se consumen en 140 países más. Costa Rica sí se vende porque nuestra capacidad productiva y nuestro sistema educativo hacen que producir en este país sea sumamente rentable, en sectores agrícola, industrial y de alta tecnología.

Debemos aprender a vender Costa Rica de manera que evitemos que se tapicen nuestras costas de cemento y varilla; a venderla de manera que el que quiera producir desde aquí para acumular riqueza personal y oportunidades para otros entregue a cambio salarios bien remunerados, conocimientos y preparación técnica a nuestros trabajadores, y condiciones laborales por lo menos tan buenas como las que ofrece nuestra Constitución Política y nuestro Código de Trabajo.

Cuántos costarricenses trabajan vendiendo al país? Medio millón en turismo y medio millón en exportaciones. Casi la mitad de la fuerza laboral se gana la vida y lleva sustento a sus familias vendiendo al país. Los que no trabajan en eso, académicos, funcionarios públicos, empleados bancarios, profesionales en salud, entre otros, también queremos que nuestros compatriotas se sigan ganando la vida vendiendo al país. Sería mezquino y egoísta desearles lo contrario. Lo que no debemos tolerar es que se gaste la Costa Rica que tenemos hoy y se la quitemos a los costarricenses del mañana.

Monday, May 14, 2007

Antiamericanismo

¿Debemos firmar un TLC con Brasil, un enorme mercado de 180 millones de consumidores, la doceava potencia económica del mundo y líderes mundiales en fútbol, aunque tengan un millón de niñas trabajando en prostitución, donde millones no saben leer ni escribir, donde la mitad de la población vive bajo la línea de la pobreza, donde hay altos niveles de corrupción, donde se rechazó un Referéndum para prohibir el portar de armas de fuego, donde un bajísimo porcentaje de ricos son dueños del 75% de todo lo que se produce?

Aunque los Estados en su naturaleza jurídica sean amorales -no tienen moral por ser personas jurídicas- la decisión de no firmar el TLC con Estados Unidos porque “matan niños en Irak” es un juicio moral, porque responde a la pregunta ¿Apoya usted la matanza de niños iraquíes por parte del ejército estadounidense? ¿Sí o No? Y por supuesto que todos nosotros, ciudadanos de un país de paz, no somos los que estamos a favor de ninguna intervención militar, mucho menos cuando es el evidentemente fuerte contra el lamentablemente débil.

Consideramos, por lealtad a la neutralidad internacional que ostentamos desde 1982, que repudiamos todo uso de poder militar para subyugar a otros en satisfacción de intereses propios. No podemos comprender, nosotros los costarricenses, que por los últimos 58 años de historia democrática y constitucional jamás hemos resuelto nuestros conflictos nacionales e internacionales por medio del uso institucionalizado de las armas, que un país invada a otro haciendo uso de armas de guerra, cosechando violencia porque es violencia lo que han sembrado, aumentando el repudio internacional por la imagen-país que se han forjado los Estados Unidos, especialmente desde el 11 de setiembre de 2001, cuando decidieron invadir Afganistán e Irak, tras saltarse arbitrariamente las reglas internacionales de coexistencia pacífica que sostenían la estructura coercitiva de las Naciones Unidas. Además, la información de inteligencia que se utilizó para tomar la decisión de invadir Irak nunca fue comprobada con idoneidad, pues a la fecha no se han encontrado armas de destrucción masiva. O sea, es una guerra totalmente injusta desde cualquier óptica.

Eso no elimina la realidad de las relaciones que históricamente hemos tenido como país y como pueblo con los Estados Unidos, no sólo de buenos vecinos y buenos amigos, hospedando ellos a miles de los nuestros y nosotros mutuamente a ellos, sino que también de gran contribuyente al desarrollo de nuestra economía gracias a donaciones y préstamos para proyectos e investigación y capacitación e infraestructura que nos han brindado generosamente, o el hecho de comprar desde hace más de un siglo la gran mayoría de nuestro producto para exportar, desde el café y el banano del Siglo XIX, hasta los microprocesadores de INTEL y nuestros minivegetales de hoy.

Desde 1984 nos compra muchos de nuestros productos a unos precios que nos hacen bastante competitivos entre productores regionales. Esa unilateral concesión que se llama “Iniciativa de la Cuenca del Caribe” que los Estados Unidos tan gentilmente han promovido para recuperar comercialmente a los países del Caribe, consiste en comprar nuestro producto libre de impuestos. Esta directriz de comercio del gobierno estadounidense nos ha desarrollado mutuamente, ya que ellos se han beneficiado de la gran variedad de clientes cuyas necesidades se satisfacen con producto costarricense Hecho en Costa Rica, y nosotros hemos podido generar empleos directos e indirectos para al menos quinientos mil costarricenses.

En materia turística, mucho más relacionados estamos con ellos aún: la cantidad de empleos que genera el sector es de cerca de medio millón, contando directos e indirectos, y de Estados Unidos proviene el 46% de turistas que visitan nuestro país cada año.

Más de la mitad de la fuerza productiva del país todavía depende económicamente de los Estados Unidos, entre turismo, exportaciones y otros servicios. Si queremos cambiar esa dependencia, hay que hacerlo gradualmente para evitar crisis en la economía nacional.

Lo primero que hay que pensar como país es que no podemos dejar sin empleo a los trescientos mil trabajadores que se incorporarán a la fuerza laboral del país de hoy al 2012, y posiblemente la mitad de ellos se ganará la vida trabajando en empresas relacionadas comercialmente con los Estados Unidos. Lo segundo es que hay que tener reglas claras para saber cuáles son las condiciones que aplican para ambas partes con respecto a la compra y venta de productos, bienes y servicios costarricenses en Estados Unidos, y la compra y venta de productos, bienes y servicios estadounidenses en Costa Rica. Tercero, debemos abrir nuevos mercados con otros países con los cuales seamos competitivos, como los países de la Unión Europea, Taiwán, India, China, Corea del Sur, países que, además, comparten con nosotros de la Pequeña Gran Costa Rica el enorme avance en nuestras políticas comerciales que tanto desarrollo le han traído al país. Cuarto, repasar una y otra vez el dictamen que hizo un panel de expertos de la Organización Mundial del Comercio apenas la semana pasada en el examen de políticas comerciales al que debe someterse el país cada seis años, destacando al país como "ejemplar en su política comercial."

Nivelar nuestra relación comercial internacional con los Estados Unidos es una obligación nacional. Nos obliga nuestra Constitución Política, que manda al Estado a ser soberano, esto es, a darse sus propias reglas de gobierno. Nuestra Patria merece reglas claras para gobernar esa relación comercial. Ya no podemos seguir con una concesión unilateral, que ellos modifican cuando quieran y a su antojo.

En defensa de nuestro firme sentimiento de moralidad por la actitud y comportamiento militar estadounidenses y de otras potencias militares alrededor del mundo, hemos planteado ante las Naciones Unidas y en distintos foros internacionales el Consenso de Costa Rica, que busca resonar a nivel internacional para promover la reducción del gasto armamentista militar en el mundo. De un país como Costa Rica se espera este tipo de liderazgo.

Tuesday, May 08, 2007

El Plan B - Primera Parte

A mí me gusta escuchar la posición anti-TLC porque me ayuda a prepararme, al menos emocionalmente, para la no aprobación del tratado. Si se rechaza el TLC y USA retira la ICC (que según dice La Nación de hoy, el Sistema General de Preferencias vence el 31 de diciembre de este año), el panorama sería bastante sombrío, pues no tendríamos accesos privilegiados ni siquiera a los mercados más cercanos, como Centroamérica. Peor aún, perderíamos competitividad porque ellos podrían exportar en mejores condiciones.

Me parece que, adicionalmente a la preparación emocional para el Plan B, hay que buscar las fortalezas o destrezas sobre las cuales nos apoyaríamos como país para mantener un nivel de desarrollo que por lo menos permita no retroceder demasiado. Me cuesta vislumbrar un Plan B donde haya condiciones que nos permitieran desarrollarnos a buen ritmo para que dentro de 15 años podamos montarnos en el nuevo tren de desarrollo comercial internacional, que imagino que sería un marco multilateral de eliminación de subsidios, baja de aranceles y acceso a mercados. O sea, un mercado global.

En un esfuerzo por pensar en la gravedad del rechazo al TLC, podría significar para este país verse sumido en una pobreza enorme en comparación con sus otrora vecinos pobres centroamericanos. Ese escenario no lo deseo, pues aunque creo tener la posibilidad de irme a buscar vida y trabajo a Honduras, de donde es mi mamá, o a Brasil, de donde es mi novia, este es el país donde preferiría vivir de entre todos los países del mundo. Sin embargo, si el país no presenta las condiciones necesarias para desarrollarme (nos) en la dirección y al ritmo necesarios para mantener un crecimiento estándar acorde con el crecimiento global, nos rezagaremos, y yo minusvaloro el rezago.

Lo que sí me parece es que el TLC es quizás el conflicto más importante, desde el punto de vista de su complejidad, que se ha presentado en la historia costarricense. Ni la invasión de William Walker ni la crisis política de 1948 rasgaron el tejido social nacional como lo ha rasgado el TLC. Esto me parece más preocupante que el comercio o el mercado internacionales. Porque la realidad es que aunque pertenecemos a un entorno regional o mundial en el plano comercial, vivimos en una sociedad donde hay polarizaciones muy graves que, por experiencias conocidas en la historia mundial, siempre llevan a rupturas violentas.

Me parece que los dirigentes de este país han fallado en apreciar y valorar la dimensión del conflicto y sus potenciales implicaciones (algunas ya son reales). El diagnóstico no es muy promisorio, porque no he visto señales de cambio en este gobierno en cuanto a la posición ante el conflicto. No creo que tengan el suficiente conocimiento, y quizás la requerida humildad, para aceptar que el poder en este país está difuminado entre grupos políticos, grupos económicos, y grupos de sociedad civil. Ignorar a estos últimos es un error supremo.

Aquí tiene que haber una repartición de cuotas de poder político de manera que incluya a la sociedad civil. Eso es muestra del desarrollo humano de un país, pues es sólo en las sociedades más desarrolladas (desde el punto de vista de civilización) donde hay una sociedad civil que orienta el desarrollo de los países. Ignorarlo sería una sentencia inequívoca de subdesarrollo.

O sea, la dirigencia político-económica de este país parece haber fallado en entender que el pueblo no quiere ser actor político sólo cuatro minutos cada cuatro años. No. Esa participación política, obligatoria si uno quiere tener la autoridad moral para opinar públicamente, se limita a cumplir con un requisito electoral para la sustitución democrática del gobierno. Sin embargo, el liderazgo y la participación política van mucho más allá.

Fallamos en escucharnos los unos a los otros. Incluso fallamos en escucharnos a nosotros mismos. Esto imposibilita descubrir si estamos o no equivocados en lo que creemos. Y es que también otra patología nacional que he observado es que aquí la gente se cree cuanta ocurrencia le pasa por la mente. Más aún, se creen cuanta ocurrencia escuchan que los moviliza emocionalmente. Es un síntoma de subdesarrollo individual.

En este marasmo de síntomas de desarrollo humano y subdesarrollo individual y nacional, lo que me queda claro es que ya no somos un país de tercer mundo, pero nos falta mucho para serlo de primer mundo. O sea, y aunque la clasificación nunca se utilice, creo que Costa Rica ha alcanzado un decente rango de segundo mundo que lamentablemente no es suficiente como para satisfacer las expectativas de tantos y tantos costarricenses que, en lo artístico, profesional, económico, internacional o social han hecho méritos para ser ciudadanos de una nación de primer mundo.

El paso que falta no es tan grande. Sin embargo, el que no sabe para dónde va, en cualquier lugar está perdido. Si los dirigentes políticos fallan en escuchar a los dirigentes de sociedad civil, fracasaremos en dar el paso. Si los dirigentes de la sociedad civil fallan en escuchar a los dirigentes de gobierno, fracasaremos en respetar la institucionalidad del país que tanto respeto internacional nos ha generado. Queda una última oportunidad clara de dar el paso con el menor costo nacional posible. De lo contrario, procurar ese paso tomará varios años de un trabajo metódico y concienzudo para construir “nación” nuevamente.

El TLC debe ser aprobado con un apoyo popular de 90%. Menos de eso es fracasar, pues aunque se aprobara a la fuerza y se soportaran 6 meses de paros y huelgas y actos terroristas a la institucionalidad del país, la brecha que habría dejado el conflicto sobre el tejido social del país requeriría de algunas décadas para ser reconstituido, si acaso.

La única forma que se me ocurre hoy por hoy de que se apruebe el TLC-90% es que los unos escuchen a los otros. Insistí a mi entrada al Ministerio que eso había que hacerlo y que era urgente. Por supuesto que choqué de cabeza contra una pared gigantesca. Me tranquiliza por lo menos resonar dentro de mí algunas ideas que se consolidan como diagnóstico del conflicto.

Ayer fue un día de pesimismo, que me sirvió para dimensionar el espectro temporal del conflicto. Se nos acaba el tiempo. No quiero darme por vencido y quiero intentar vender mis ideas más allá de mi compañero de oficina. Ahora que voy a Noruega podré tener una pausa para meditar y reflexionar sobre la mejor forma de transmitir algunas de estas ideas. Seré testigo, una vez más, de cómo funciona el país con la mejor calidad de vida del mundo. Honestamente, estoy dispuesto a sacrificar este puesto de trabajo, si es que mi osadía de disentir y proponer tuviera semejante costo político para mí.

Si algo me ha quedado de aprendizaje del comandante Ernesto Guevara de la Serna es que no hay que claudicar en la lucha por nuestros ideales. También aprendí de él, con su muerte, que si uno se convence de lo que piensa, termina creyendo algo que podría ser equivocado. Lo dijo Nietzche: es más peligrosa una persona que está convencida de una idea que alguien que miente, porque el mentiroso por lo menos sabe que está mintiendo. El convencido ignora si está o no equivocado. Yo creo, casi al borde del convencimiento, que estar a favor o en contra del Tratado no son las dos únicas opciones viables. Creo que hay por lo menos una tercera opción, ya sea un híbrido de las dos posiciones anteriores, o una trascendente, que apele más a valores y principios nacionales que a intereses económicos o políticos, de los unos y de los otros.

Cito la Biblia: que tire la primera piedra quien se sienta libre de pecado. Estamos entre ángeles y demonios, y los hay en ambos bandos.

Podemos mucho más.

Álvaro Cedeño.
10 agosto 2006

Sunday, May 06, 2007

Razones políticas

Razones políticas, no técnicas, son las que ayudan a entender por qué el debate de fondo sobre el TLC en este país debería ser sobre el golpe de timón político que queremos que reciba el país hoy, que importa más que el tratado mismo.

Está claro que el país no se va a empobrecer con el TLC. Está claro que el TLC no versa sobre ningún elemento fuera de lo estrictamente comercial. Está claro que algunos sectores de la población sufrirán cambios en sus estilos de vida, ojalá todos para bien. Está claro también que si en este momento tuviéramos un país que prepare mejor a nuestra población para utilizar el gran caudal emprendedor que tiene este pueblo, quizás no necesitaríamos del TLC para continuar nuestro desarrollo tanto como lo necesitamos hoy. Esta preparación a la población no se dio porque no se sabía hace 20 años que esa era otra vía. Si queremos llegar allá, deberemos esperar 20 años por lo menos. Una generación entera del país en espera, mientras que el resto de la población actual podría ser capacitada por el Estado de manera gratuita, obligatoria, costeada por el Estado, y pública, para desarrollar su espíritu emprendedor.

Con esto nos garantizamos que en 20 años seremos capaces de producir suficiente riqueza nacional como para que todo habitante del país pueda disfrutar de igualdad de riqueza en sus necesidades humanas básicas: justicia imparcial y equitativa; educación de la mejor calidad; medio ambiente óptimo; obviamente, todo ciudadano viviendo en casa con comodidades suficientes -como se vive en Noruega; transporte público de primer nivel; cobertura de salud completa; seguro social completo para la tercera edad; becas universales para educación.

El voto del Referéndum es de confianza para el equipo de negociadores que se aprestan a negociar el Acuerdo de Asociación con la Unión Europea. Son personas técnicas profesionales en los temas más complejos del Comercio Internacional, con la suficiente experiencia pública como para ser mundialmente reconocidos. Que no se nos olviden los José María Figueres, las Anabelle González, los Roberto Echandi, y sobre todo los Ronald Saborío, el Embajador costarricense más calificado en materia de Comercio Exterior a nivel mundial, y el Embajador con más años de antigüedad en toda la Organización Mundial del Comercio.

El equipo negociador hizo su mejor esfuerzo con la experiencia que tenían según las reglas y en las circunstancias que la época demandaba cuando se negoció el TLC con Centroamérica y Estados Unidos. Hoy, todos -ellos y nosotros- tenemos más experiencia sobre los TLCs de la que jamás antes tuvimos en nuestra historia. Y eso es bueno porque nos permite corregir el futuro para no repetir el yerro del pasado. Lo que no podemos corregir es el pasado. También está claro que la única forma de tener un contrato legal entre países con quien hasta hoy es todavía nuestro principal comprador de lo que producimos -y de muy buena paga- es firmando este TLC. Lamentablemente, este TLC nos ha impedido ver al equipo negociador de primer nivel y al Ministerio de Comercio Exterior y a los Presidentes de este país que han decidido conducir al país por la vía de la apertura comercial, como seres humanos de carne y hueso, que también han aprendido grandemente de su experiencia del TLC.

Ellos son lo mejor que tenemos y los que más voluntad han tenido para servir en la gestión pública. El trabajo de ellos es honorable, y si alguien tiene un reclamo sobre su proceder como funcionarios públicos, que lo ventile en los Tribunales de Justicia. Justicia que, por cierto, merece el inocente hasta que no se demuestre su culpabilidad por un Tribunal del Estado.

Si damos estos golpes de timón a nuestros valores, si somos inteligentes y pensamos por un minuto en el futuro que queremos vivir dentro de 20 años, que es uno en el que tengamos oportunidades suficientes como para que cada ciudadano se gane la vida como desee, con libertad, no con opresión, y con la educación individual y colectiva para tomar esas oportunidades -nosotros y nuestros hijos- y sacarles el máximo provecho. No generar suficientes opciones de trabajo a la Costa Rica del año 2027 es irresponsable si se sabe desde hoy que perderemos competitividad con nuestros vecinos centroamericanos a partir del instante que decidamos rechazar este TLC.

Yo nací en este país y pudiendo haber elegido otro país para vivir, elegí este y aquí estoy, dando mi grano de arena para que dentro de unos años mi esposa y yo elijamos criar a nuestros hijos también en esta tierra gentil, madre de amor, cuyo pueblo, valiente y civil, trocó las armas en educación y paz. Ahora, el cambio que nos toca dar como país, ciertamente más sencillo, y obligatoriamente participativo para esta Noble Patria soberana, consiste en asumir la actitud de adaptación al cambio; en permitirnos ayudar a nuestro vecino y tenderle una mano como quien tiende un puente: solidariamente; consiste, este cambio, en hacer su plan estratégico de desarrollo, y aprender a medir, a evaluar y a controlar, de manera que mejoremos la efectividad en el cumplimiento de las metas del gobierno para el mayor bienestar de todo el pueblo.

Saturday, May 05, 2007

Un país desarrollado

Si Costa Rica no es un país desarrollado, ¿cómo son los países desarrollados? Asumamos que desarrollo significa la búsqueda de mejor calidad de vida para los ciudadanos. Según esta definición, hay varios países, principalmente en Europa, que han alcanzado sistemas políticos que le permiten a cada ciudadano tener oportunidades y acceso a mayor bienestar.

Las políticas de desarrollo deben tocar cuatro áreas principales. Primero, el fortalecimiento de la economía, que significa mayor generación de riqueza. Segundo, las políticas sociales, que tienden a una más justa distribución de la riqueza que el país entero produce. Tercero, las políticas ambientales, que procuran la sostenibilidad en el uso de los recursos naturales en el largo plazo. Esto es, permitirle a las generaciones futuras usar los mismos recursos naturales que hoy utilizamos. Y cuarto, lo meramente político, que es la relación entre de los distintos Poderes de la República y el pueblo, que, organizado democrática y representativamente, recibe el nombre de Sociedad Civil.

Los países desarrollados saben, desde hace más de un siglo, que la educación garantiza la generación de riqueza, especialmente en un mundo cada vez más apoyado en el conocimiento, las buenas ideas, la creatividad, las relaciones entre seres humanos. La distribución de la riqueza se manifiesta a través de la cobertura universal y solidaria del acceso a servicios médicos y a la educación gratuita y obligatoria. La protección ambiental garantiza la protección de los recursos naturales para que las próximas generaciones puedan disfrutar de ellos igual que nosotros lo hacemos. Y las relaciones con la Sociedad Civil son de absoluto respeto mutuo, con profundo apego a las leyes que conforman el Estado de Derecho.

Noruega es un país desarrollado, no sólo por los altos niveles de riqueza de su población, sino, sobre todo, por la excelente forma como distribuyen la riqueza que genera el país entero. Cuentan con un seguro social que garantiza la salud gratuita del mejor nivel de sus ciudadanos desde el momento del embarazo hasta el momento de la muerte, sin tener que hacer largas filas ni esperar semanas para recibir atención especializada. Además, cuentan con un voluminoso fondo de becas para que todo ciudadano que tenga deseos de estudiar, pueda hacerlo, desde el preescolar hasta el final de los estudios universitarios. Eso sí, cada profesional graduado debe retribuir de nuevo al fondo de becas que le permitió educarse, para permitirle a las futuras generaciones disponer del mismo fondo.

En materia ambiental, educan a su población para que clasifiquen la basura antes de botarla. Esto quiere decir, lavar los envases de plástico, vidrio o aluminio, e irlos a depositar al puesto de reciclaje más cercano, para que pueda ser utilizado nuevamente, lo mismo que los desechos de papel y cartón. Los restos de comida se colocan en bolsas biodegradables que van a un basurero diferente, donde se transforma en abono para plantas.

Su Sociedad Civil la componen las más diversas organizaciones, desde partidos políticos agrupaciones religiosas, gremios empresariales, sindicatos de empleados, asociaciones solidaristas, grupos ambientalistas, sectores académicos, etc.

Como se puede constatar, los cuatro pilares fundamentales del desarrollo de un país ya existen y se encuentran bastante firmes en Costa Rica. La economía, pequeña y débil en recursos naturales, ha sabido asociarse con otras economías mundiales más fuertes, como la chilena, la mexicana, la canadiense. La distribución de la riqueza, que incluye cobertura universal y solidaria para todo habitante del país -cualquiera que sea su condición legal- en servicios médicos y educación pública, ambos costeados por el Estado. La protección ambiental, donde la conciencia ecológica costarricense nos ha posicionado como líderes en biodiversidad, reforestación y porcentaje de áreas protegidas. Y las relaciones con la Sociedad Civil, donde incluso cualquier grupo de ciudadanos puede formar un nuevo partido político para ofrecer, por la vía democrática, una nueva opción de personas e ideas para liderar al país.

No obstante, para llegar a niveles de desarrollo que alcancen a la totalidad el país, debemos dar un último paso en el camino que ya llevamos. Este último paso implica resoluciones como país, decisiones de los diputados, y liderazgo del Presidente. Además, y más importante que todo, alcanzar el desarrollo requiere, indispensablemente, que cada persona en el país adopte la actitud de querer superarse, de progresar, de salir adelante, de abandonar las pobrezas, no sólo la económica sino también la social, la ambiental, la intelectual. No hay país desarrollado que lo haya logrado sin el deseo y el impulso de su pueblo. La pregunta que el pueblo debe responder en el Referéndum es, por lo tanto, si desea desarrollo o no.