Hola Felipe,
Gracias por tus consultas, que
provocan al pensamiento y estimulan la creatividad. ¡Buen facilitador!
Creo que las metas deben ser
medibles y tendientes a metas aún mayores, que Jim Collins denomina MEGAs
(MEtas Grandes y Audaces) en su libro Empresas que Perduran (altamente
recomendado para cualquier persona que quiera dejar una huella más allá de su
propia vida).
Así que primero habría que
identificar esas MEGAs, sin pensar mucho en costos por el momento. De todas
maneras, son proyecciones a larguísimo plazo (digamos, 40 años). Sugeriría las
siguientes:
1. Que Costa Rica sea un
"hub" de innovación reconocida globalmente, promoviendo la
colaboración creativa entre expertos en ciencias naturales, ingenierías,
informática, medicina y matemáticas;
2. Que 100 costarricenses
alcancen el primer lugar mundial (o medallas de oro olímpicas) en disciplinas
de deporte de aventura (kayak, surf, ciclismo de montaña y de ruta, triatlón,
eco-challenge, "orienteering" (una especie de rally en montaña que es
muy popular en muchos países), veleros, etc.
3. Que 80% del territorio
nacional tenga cobertura boscosa regenerativa de ecosistemas;
4. Que sea exportador neto de
dos terceras partes de la energía que genera;
5. Que sea el país con más
empleos per cápita en turismo sostenible;
6. Que cuente con los mejores
sistemas de salud y educación públicas del mundo;
7. Que tenga el PIB per cápita más
alto de América Latina;
8. Que sea carbono-negativo (que
secuestre más CO2 del que emite);
9. Que tenga la menor tasa de
homicidios violentos de las Américas;
10. Que sea el país del mundo con
mejor índice de transparencia en la función pública.
Luego, habría que desarticular
cada MEGA para ver cuáles deberían ser las “metas volantes” a cumplir para 2035
y 2020 si queremos llegar a ellas para 2050. Ese ejercicio tal vez es para otra
ocasión. Sin embargo, si echas un vistazo a estas MEGAs, en todas ellas tenemos
camino recorrido. O sea, no estaríamos procurando una transformación
paradigmática radical, sino mejorando lo que ya hemos logrado o comenzado al
menos, y llevarlo a un nivel óptimo como colectividad.
Por ejemplo, para tener 100
campeones mundiales (ya tenemos algunos), no basta con escoger 100 personas y
entrenarlas en esclavitud para que lo logren. Necesitaríamos de cien mil
atletas de alto nivel y que uno de cada mil alcance logros mundiales.
En cobertura boscosa, similar:
ya tenemos 52%, y nuestras tierras tienen vocación para que todo el territorio
sea bosque o humedal. Esto implica mayores esfuerzos a lo ya logrado, que es
destacable a nivel mundial.
En educación y salud lo que se
necesita es mejora en la calidad, no en la cobertura. Deben mejorar los líderes
que entusiasman a los jóvenes, los planes de capacitación de maestros, las
metodologías de enseñanza adaptadas para el siglo XXI (y aspirando a formar
ciudadanos que se graduarán del colegio en la década de los 2020s), e
incorporar eficazmente las tecnologías de comunicación para que resulten en
alto impacto para toda la población, sobre todo para los más desconectados en
la actualidad.
Habrá otras áreas donde se
requiera un consistente cambio de dinámica. No puede ser que el ICE –institución
a la que defiendo a capa y espada- gestione ocho o diez proyectos de nueva
energía renovable simultáneamente, pudiendo gestionar 80 ó 100 si fuera
facilitador de concesiones de obra pública siguiendo sus propios estándares de
calidad, y apoyándose en otros estándares de eficiencia a nivel mundial. O
bien, que pudiera gestionar 800 proyectos nuevos si permitiera que, en ciertas
zonas del país, en ciertos tipos de energía, hubiera participación privada cuyo
negocio fuera generar la energía que el ICE compraría a una tarifa fijada por
ley, la vendería y distribuiría entre los consumidores, y el exceso lo
exportaría a la red regional.
Estamos en la era de la
información, y es en la propiedad intelectual donde se genera el mayor valor
hoy en día. Google, Amazon, Apple y Facebook, los cuatro gigantes de internet,
son esencialmente valor virtual creado a partir de la innovación. Pero también
estamos viviendo la era de la encrucijada ambiental del planeta. La ruptura
sistémica que está sufriendo nuestra única Tierra llena de vida en un Universo
aparentemente muerto, es vertiginosa, incalculable, y los niveles de
despreocupación, indiferencia o negación en las mayorías alrededor del mundo
son más escalofriantes que el conflicto mismo.
Así que el nuevo liderazgo que
se requiere se basa en la innovación de ideas que revolucionen la calidad de
vida, constreñido por la urgente necesidad de regenerar los ecosistemas, de los
cuales proviene el 100% de insumos industriales para la producción, desde
materias primas hasta electricidad y los alimentos que requieren los empleados
para vivir bien y trabajar eficientemente.
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