Thursday, July 12, 2012

Antes de reensamblar el Estado

[Artículo publicado en La Nación del domingo 08 de julio de 2012.]


En un artículo anterior (La Nación, 24/6/2012) mencionaba el valor de contar con todos los elementos o piezas del rompecabezas estatal. Algunos de ellos requieren una transformación que les permita adaptarse a las circunstancias actuales de cara al futuro que queremos.

La educación pública debe basarse en las herramientas disponibles: tecnologías de información y telecomunicación e Internet. ¿Qué tal recibir la teoría en la comodidad del hogar a través de un dispositivo inalámbrico y luego ir a la escuela a realizar prácticas vivenciales? Eso lo está haciendo la prestigiosa universidad de Stanford nada menos que con sus estudiantes de Medicina. Invirtamos más tiempo aprendiendo a pensar que transmitiendo conocimientos. Todo está ahí afuera en la nube, en la red. Saber usarlo, integrar conceptos, conducirse con inteligencia, aún debe ser aprendido, y en ello los maestros son fundamentales.

Salud pública. La salud pública debe modernizarse en dos direcciones: la prevención individual y la biomedicina. En cuanto a lo primero, la Organización Mundial de la Salud ha constatado que, para llegar a los 90 con buena salud, la persona debe cuidarse muy bien desde los 30. Esa es una decisión individual cuando se posee la información y las alternativas nutricionales y de estilo de vida adecuadas. En cuanto a la biomedicina, hoy existen nuevas técnicas científicas comprobadas y a bajo costo para recuperar la salud de algunas personas que no sobrevivirían de otra manera, o ni siquiera nacerían. Estamos yendo hacia la regeneración de órganos a través del cultivo de células madre. Es nuestra obligación como sociedad ofrecerle esa posibilidad de sanación a quienes así lo requieran.

El empleo, la producción y el comercio están viendo una ruptura paradigmática, como nunca antes, gracias a la innovación y el emprendimiento. En países desarrollados se ha multiplicado la cantidad de empleos que ha tenido una persona al llegar a los 40. La lealtad con una corporación va siendo sustituida por la aspiración de tener un negocio propio, una realidad al alcance de cualquiera que se lo proponga en esta era de la información y del comercio electrónico. Lo que interesa es la creación de valor, primero. Venderlo sigue siendo una cuestión de mercado.

Economía La economía debe incorporar los límites ecológicos porque hay reglas económicas que aplican ceteris paribus si los recursos materiales o bienes fueran ilimitados. Hace 200 años la población mundial era una sétima parte de lo que es hoy, o una novena parte de lo que será dentro de 40 años. ¿Cuántas veces habrá crecido el consumo? ¿Cuánto habrá disminuido la cobertura boscosa? ¿Cuál es el costo económico de la contaminación de cuencas, tierras y atmósfera? ¿Sabemos lo que sucede con la producción de alimentos, si la tierra pierde fertilidad, o queremos apostarle a la hidroponía?

Los últimos 200 años de revolución industrial han transformado la faz de la tierra y la calidad de vida humana. Creció siete veces en población, aumentó la expectativa de vida sustancialmente, y la tecnología revolucionó la sociedad, la economía y los valores. Empero, seguimos aspirando a ser gobernados por la democracia, bastante de la misma manera como lo era dos siglos atrás. Ello hace fundamental recordar que votar no es solo delegar la responsabilidad soberana del pueblo en los gobernantes periódicos, sino que, como decisión política individual, implica aportar nuestro tiempo, intelecto, esfuerzo y buenas intenciones en la dirección planificada por la parte que ha resultado electa.

Si cada uno hala para su lado y echa para su saco, endilgando culpas a los representantes de turno sin asumir la responsabilidad ciudadana de contribuir a la gestión de gobierno, agotaremos el capital social, natural y político que nos ha sido encargado, pues no es nuestro: lo heredamos de nuestros abuelos que lo forjaron, y es lo que dejaremos en herencia a nuestros nietos cuando nos retiremos. Es la ley de la vida, pero no hay garantía de éxito como generación de que entregaremos un sistema más rico del que había cuando lo recibimos. Igual se aplica a nuestro planeta.

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