El
estado costarricense es como un rompecabezas que se ha venido fraccionando con
el paso del tiempo. Si hacemos un análisis breve nos daremos cuenta de que
todas las piezas están, así que los costos de alcanzar el estado que queremos
son mucho menores que si, además de ponernos de acuerdo, tuviéramos que crear
nuevas instituciones.
Costa
Rica ha contado con estabilidad política por más de seis décadas. Quiere decir
que todos los que somos menores de 80 años no habíamos nacido o eran menores de
edad durante la crisis política de 1948. Así que hoy la inmensa mayoría de
costarricenses no ha derramado su sangre ni sus lágrimas peleando por los
derechos civiles y políticos que hoy disfrutamos. Sin embargo, los estamos
dilapidando como si fueran inagotables.
Para
reensamblar el Estado debemos partir del diseño que querríamos que tuviera:
imaginarlo para saber en qué dirección enrumbar nuestros esfuerzos y poder
evaluar los costos que serán requeridos para alcanzarlo. Luego, debemos buscar
las piezas que formen el marco externo, o sea, los límites dentro de los cuales
estaremos de acuerdo en desarrollarnos como nación. Allí se encuentran las
normas, los valores y la ética, así como la ecología, que es una limitante
material constreñida por la extensión territorial y marítima nacional. Tercero,
se deben buscar compatibilidades dentro de esos límites para reconstruir el
contenido del dibujo: la institucionalidad requerida para el desarrollo de la
salud, la educación, el empleo, la producción, el comercio, la seguridad, el
medio ambiente, la inclusión y la gobernabilidad, entre otras.
Tres
elementos fundamentales. El vigoroso sistema democrático costarricense
cuenta con los tres elementos fundamentales que constituyen un Estado:
territorio, nación y soberanía. En lo social, el estado es por, para, y de las
personas. Jurídicamente, es un sistema normativo que tutela y promociona los
valores que la ciudadanía desea resaltar. El Estado requiere políticamente de
un Gobierno pero no depende de este para avanzar tareas en pro del bien común
gracias al tejido social, empresarial y académico que ha crecido para ocupar
espacios de interés público.
La
economía de mercado produce bienes y servicios privados, públicos y voluntarios
que casi todos ofrecemos a la colectividad y todos sin excepción consumimos de
una u otra manera.
Los
desafíos de la época para nuestra generación versan sobre nuevas fuentes de
energía renovable, la regeneración de ecosistemas, la conservación del medio
ambiente, el manejo sostenible de la biodiversidad y demás recursos naturales,
en adición a recuperar la convivencia pacífica, alcanzar los mayores niveles
posibles de salud y educación públicas, reivindicar la seguridad y volver a
contar con un sistema político regido por el decoro, el señorío y la
honorabilidad, donde se respete la palabra y se honre la verdad.
Todas
las piezas están. Compongámoslas una a una. Devolvámosles su brío y
dignidad. Reensamblémoslas de nuevo para que el sistema estatal opere de manera
eficiente y provea de una gestión pública eficaz para el desarrollo humano de
la nación, la defensa del territorio nacional y el vigor de nuestra soberanía.
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