Thursday, April 19, 2012

Transformar el conflicto agrandándolo

Algunas veces, la mejor manera de encontrarle solución a un conflicto es haciéndolo más grande.

El Dr. Constantino Urcuyo ha publicado un artículo que provoca muchas sensaciones y pensamientos. Para los que conservamos el anhelo de contribuir con la edificación de una Costa Rica más próspera para todos, significa un alto en el camino obligatorio para reflexionar. El autor realiza un análisis filosófico-político cargado de preguntas pertinentes que, en su conjunto, elaboran un diagnóstico a partir de los síntomas manifiestos en nuestra cultura política.

La violencia engendra violencia. Eso lo sabe un niño de 9 años. La cantidad de violencia que consumimos en forma de entretenimiento, noticias e intercambios sociales reales y virtuales nos ha hecho violentos. Son algunos los que disparan las armas y asesinan, pero somos nosotros los que consumimos esa información afanosamente y la rumiamos en sociedad.

Uno es lo que come. Mejor dicho, uno es lo que consume. La cantidad de estímulos que se nos presentan para consumir un universo inacabable de bienes y servicios materiales, muchos incluso fuera de nuestro poder adquisitivo, van generando una creciente sensación de envidia y ansiedad que nos distancia de lo verdaderamente esencial para aspirar a la prosperidad.

Estos dos estadios son una concatenación de factores que atentan contra la estabilidad del sistema político, el último asidero de nuestra autoestima nacional. Si cada vez somos más violentos y más avariciosos nos vamos haciendo cada vez más desconfiados y más individualistas. La desconfianza -inseguridad- y el individualismo -egoísmo- a su vez, socavan día a día la legitimidad del sistema político pues le restan el vigor que requiere por parte de los ciudadanos.

Recuerdo de memoria el artículo 2 de la Constitución Política: la soberanía reside en la Nación. La soberanía no se agota con su ejercicio. Más bien, se fortalece. Requiere que los ciudadanos dediquen tiempo, esfuerzo, energía, emoción, a contribuir con la nación, con todo aquello que nos pertenece como colectividad, con todo lo que utilizamos libremente aunque no sea sujeto de derecho de propiedad, por ejemplo el medio ambiente.

El disgusto que sentimos hoy por nuestra dinámica psico-política no elimina los logros que, como sociedad, hemos alcanzado, y que nos ubican como líderes visionarios y éticos en el concierto de las naciones. Debemos poner nuestros problemas nacionales en perspectiva global y entender qué tipo de líderes requiere nuestro país. Quizás la campaña política que comenzó y que desembocará en la elección de 2014 deba concentrarse en la bio-alfabetización de todos los que aspiran a un puesto de elección popular para escoger al más bueno de todos y no al menos malo.

El conflicto político que se vive en Costa Rica podría solucionarse si lo hiciéramos más grande. Reaccionaríamos alarmados si nos percatáramos de la realidad ambiental que afecta al planeta entero, y el impacto que eso tendría en nuestra economía, en la seguridad ciudadana, en las finanzas públicas, en la salud y en la educación del pueblo, en las oportunidades laborales, en la agricultura y producción de alimentos, en el sector turístico, en la cobertura boscosa, el recurso hídrico y la generación de energía, y en la democracia desmilitarizada que tenemos.

Si supiéramos que todo está a punto de empeorar dramáticamente antes de fines de la década, como calculan los expertos climatólogos y ecólogos al unísono, entonces pensaríamos más seriamente a cuáles aspirantes promover para los cargos de liderazgo que requiere el país y que, a su vez, podrían tener un alto impacto positivo en la comunidad internacional económica, política, diplomática y científica.

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