Sunday, May 27, 2007

Dialogar

Hemos olvidado lo que significa este término: significa construir una mayor coexistencia pacífica a través de la palabra. En el intercambio de ideas en torno al TLC, más pareciera que estamos intentando desacreditar las ideas ajenas y descartarlas en su totalidad, que armar estructuras de intercambio y de amistad basadas en los valores de paz: creatividad, empatía y no violencia.

Pase lo que pase con el Referéndum el próximo 23 de setiembre de 2007, la población de este país deberá esforzarse por construir una nación para todos, algo que hemos olvidado durante toda la última década del siglo anterior y lo que llevamos de este. O sea, una generación entera se nos ha ido esperando alcanzar la aprobación absoluta de nuestras ideas y la aniquilación de las ideas de nuestros adversarios.

Quizás esta es la guerra civil de Costa Rica que algunos han vaticinado. Las dificultades para gobernar han hecho que las docenas de decisiones que el país debía tomar durante estos últimos 17 años hayan sido pospuestas y resagadas. La consecuencia es un freno al desarrollo nacional que caracterizó al país durante todo el Siglo XX.

En otros países, las guerras civiles también implican la mutilación del tejido social, algo que en Costa Rica es prácticamente impensable por ser un país desmilitarizado. Esto garantiza que las luchas armadas no tengan sentido, pues sólo lo tienen cuando las rebeliones armadas o intentan mantener su poder legítimo, en el caso de ejércitos estatales, o intentan legitimar su poder, en el caso de ejércitos rebeldes que buscan derrotar a ejércitos estatales.

No obstante, la ingobernabilidad en la que vivimos, la falta de construcción de lazos de amistad y la inacción para mejorar la coexistencia pacífica, han socavado las bases que hicieron de este país una nación inclusiva, justa, democrática, solidaria. Por ende, a lo que hemos llegado es a un sistema político entrabado por los abanderamientos ideológicos, en algunos casos identificados con partidos políticos, pero en otros casos reducido a un "a favor y en contra" en torno al TLC.

Lo cierto es que constuir nación no es fácil, ni siquiera en condiciones de relativa paz, y el mejor ejemplo de ello es precisamente Costa Rica. Lo peor de todo no es el diagnóstico de lo que ha sucedido en el país los últimos 17 años, sino el pronóstico de que esto no va a cambiar pronto, ni con el Referéndum, ni con las elecciones presidenciales y legislativas de 2010.

La única vía pacífica que hay en el panorama es promover el diálogo, reaprender a construir a través de la palabra, recordar la meta última de la política y del derecho y de la economía y de la medicina y de la ingeniería y de la pedagogía y de las ciencias naturales: mejorar la coexistencia pacífica entre seres humanos que comparten este territorio y que se obligan bajo nuestras leyes soberanas.

Dialogar, además, genera un efecto multiplicador en la sociedad: cuando lo hacemos consistentemente, damos el ejemplo a otros para que lo hagan también. Mientras que si nos dedicamos a debatir, y ni siquiera nos vemos a los ojos cuando hablamos con otros, eso es lo que los demás aprenderán. Tanto más cierto si ese debate confrontativo y poco pacífico lo hacen nuestros líderes políticos, académicos, civiles y económicos.

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