Hace varios años no sentía el
optimismo y la esperanza por el futuro del planeta y de la humanidad como sentí
esta noche, mientras escuchaba al presidente chino, Xi Jinping, en su discurso
en el salón principal de las Naciones Unidas en Ginebra. Me hizo recordar los
años en China en los que escuché docenas o quizás cientos de veces los
discursos oficiales del gobierno que repetían incansablemente los valores de
paz y reconciliación, justicia e igualdad, soberanía y gobernanza inclusiva,
como elementos sin los cuales era imposible alcanzar el verdadero desarrollo,
uno que fuera, además, sostenible.
El presidente Xi empezó su
reflexión recordándonos que sólo existe un planeta Tierra en el universo y que
es el único hogar que tiene la humanidad. La claridad incuestionable con la que
manifestó el compromiso de su país por combatir el cambio climático me recordó
que, durante los últimos diez años, ningún país ha invertido más en energías
renovables que China. Están haciendo lo correcto sin dilaciones y con una asertividad
inusual entre los liderazgos que vemos hoy en día en el planeta.
No sólo se refirió al Acuerdo de
París, sino que hizo referencia específica a un crecimiento verde y bajo en
emisiones de carbono, además de la necesidad de contar con un estilo de vida
que sea circular en el uso de recursos naturales. Llevo 15 años leyendo esta
teoría y jamás pensé escucharla en un líder público. Pues lo escuché esta noche,
y, más que sorprenderme, me dio enorme gusto saber que fue del líder chino.
Continuó diciendo que el ser
humano debe vivir en armonía con la naturaleza y que todo daño que le causamos
al medio ambiente se nos devolverá en algún momento y de alguna forma. De
manera muy poética, como sólo el idioma mandarín lo permite, dijo que
difícilmente nos percatamos del aire, del agua, de la tierra o del cielo azul
cuando los tenemos, pero que sin ellos no sería posible sobrevivir.
Con la misma seriedad y sentido
de urgencia de combatir el cambio climático se refirió a la necesidad de aunar
esfuerzos para eliminar todas las armas nucleares, combatir el terrorismo global, la problemática de millones de
refugiados alrededor del mundo y atacar las enfermedades contagiosas en cada
rincón del planeta.
En lo económico, expresó su
deseo de que se sigan las normas comerciales multilaterales de la Organización
Mundial del Comercio para alcanzar una globalización económica que nos permita
agrandar el pastel y asegurarnos de compartirlo de manera justa y equitativa. Dijo
que la realidad global también ofrece soluciones, y que lo más importante que
China aprendió de la gran recesión global que inició en 2008, es que se debe
fortalecer la coordinación en la gobernanza global para promover un crecimiento
económico global abierto, incluyente, balanceado y beneficioso para todos sin
excepción.
En lo político, se refirió a las
intenciones chinas de forjar relaciones bajo la premisa sinérgica de
ganar-ganar con los principales socios políticos y comerciales, y establecer
alianzas basadas en el diálogo y no en la confrontación, ni en el criterio de
poderío hegemónico de imponer intereses y valores en otros. Mencionó la
importancia de alcanzar acuerdos por medios pacíficos e idear nuevos mecanismos
más eficaces para resolver conflictos.
En temas de paz, nos recordó una
verdad que a veces olvidamos, quizás porque tenemos el sesgo o la adicción por
los conflictos más que por la paz. Dijo que las fuerzas de la paz exceden
enormemente los factores de la guerra, y cuánta razón la que tiene. Luego citó
mi manual de paz favorito, el milenario texto que guía los asuntos de Estado de
los gobiernos chinos desde hace 2500 años: “El Arte de la Guerra es de
importancia vital para el Estado. Es una cuestión de vida o muerte, el camino
hacia la salvación o hacia la ruina. De ahí que es un asunto que no debe ser
ignorado.” Afirmó, precisamente, que es un conjunto de preceptos éticos
para alcanzar la paz y que debemos estudiarlo cuidadosamente. ¡Todos a
desempolvar el librito! En la misma dirección de la paz, celebró la diversidad
cultural de todos los pueblos y que la interdependencia entre ellos nos conduce
hacia la innovación y la prosperidad.
Sin duda, el presidente Xi le ha
hecho honor al tema del Foro Económico Mundial de Davos de esta semana sobre
liderazgo responsable. Incluso citó a Confucio y su versión milenaria de la
regla de oro: “lo que no desees para ti, no lo hagas a otros,” y reafirmó que
China estará bien sólo cuando el resto del mundo esté bien. Más claro no canta
un gallo.
A propósito de gallos, celebró
por anticipado el inicio del Año del Gallo de Fuego o gallo dorado que inicia
el próximo 28 de enero y dijo que el canto del gallo dorado implica un nuevo
amanecer para todos.
Todo el discurso ha sido música
para mis oídos. Reflexioné en algo que he pensado desde que empecé a ser
usuario de redes sociales, y es que somos lo que comemos, una simple verdad que
aplica tanto para los alimentos con los que nutrimos el cuerpo, como para la
información con la que instruimos el intelecto y cultivamos el espíritu. La
diferencia entre ruina y prosperidad bien podría estar en nuestras actitudes y
en la información de la que se nutren. Así que me pueden servir este discurso
para el desayuno, para el almuerzo y para la cena, todos los días de esta semana.
1 comment:
Gracias por compartir, definitivamente hay que ser cuidadoso con lo que se consume y lo que "producimos" como resultado de ese consumo.
Me resulta muy curioso como el crecimiento unidimensional sigue siendo sinónimo de "progreso". Mas interesante aun como otros tipos de crecimiento, que si involucran progreso, se nos escapan del lente. Definitivamente el "crecimiento" no es un concepto que sea parte del Arte de la Guerra, por lo menos no el econonimo.
Excelente post.
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