Discurso inaugural
Universidad de las Naciones Unidas
Profesor Dr. David Malone,
Rector de la Universidad de las Naciones Unidas,
Profesor Dr. Kazuhiko Takeuchi, Vice-rector
y director del Instituto de Paz y Sostenibilidad,
Distinguidos funcionarios de
gobierno,
Colegas del cuerpo diplomático,
Estudiantes, profesores y
empleados de la Universidad,
Queridos amigos,
Buenos días. Les agradezco a
todos por estar aquí. He preparado unas breves palabras con especial dedicación
para los estudiantes que hoy inician el curso intensivo de cinco semanas que
definitivamente transformará sus vidas de varias maneras.
El año pasado tuve el privilegio
de participar en el evento de clausura, donde estudiantes como ustedes
presentaron sus proyectos grupales a un panel de invitados del cual formé
parte, y me llamó la atención cuánto conocimiento fue invertido por los
participantes en la creación de ideas que no habrían existido de otra forma.
Fue un muy buen ejemplo de
creación de valor compartido: conjuntar las fortalezas individuales para darle
vida a algo que no hubieran logrado individualmente o por separado. Es una
ilustración precisa de la sinergia. Esto es lo que estarán haciendo ustedes desde
ahora hasta mediados de octubre.
Permítanme compartir una breve
historia de mi familia. My bisabuelo nació en el siglo XIX y murió a la edad de
96 años. Mis dos abuelas tienen 98 años y con una de ellas hablo todos los
sábados por teléfono. Le pregunto por sugerencias para lograr vivir tanto
tiempo en tan buenas condiciones, y siempre responde acerca de la manera como
ella ha cuidado su salud.
Me lleva a preguntarme si
conduzco mi vida de la misma manera saludable o si mis circunstancias y
escogencias van en detrimento de mi longevidad genética. También me lleva a
preguntarme cuan diferente fue el siglo XX que ella vivió de este siglo XXI que
estamos viviendo.
Hasta la fecha, cada año de este
siglo XXI la humanidad ha producido más de 30 mil millones de toneladas
métricas de dióxido de carbono, una figura difícil de comprender por su gran
dimensión. Simultáneamente, el planeta ha estado perdiendo hasta 250 mil
kilómetros cuadrados de biomasa fértil por causa de la deforestación, la
erosión de los suelos y la desertificación. Para poner esta cifra en contexto,
es el equivalente a perder toda la cobertura boscosa de Japón cada año.
No sólo estamos liberando
cantidades excesivamente grandes de un gas altamente tóxico al aire que
respiramos, sino que estamos reduciendo la vegetación que podría limpiar
aquella contaminación a una velocidad asombrosamente acelerada. Me lleva a
preguntarme cuánto más comportamiento humano podrá soportar el planeta.
Estamos, claramente, en curso de colisión.
La ciencia, aunque limitada en
su capacidad de explicar la extensión del problema, por lo menos ha logrado
probar que las emisiones de dióxido de carbono emitidas por el ser humano a la
atmósfera están alterando patrones climáticos globales, perturbando un balance
que ha permanecido dentro de un rango normal de estabilidad por los últimos
cuatro millones de años. El ritmo de cambio ambiental es más rápido que lo que
ha ocurrido en cualquier otro período geológico hasta ahora registrado.
---
Mi definición favorita de
“conflicto” es simplemente una incompatibilidad de metas. Lo que acabo de
describir es un conflicto global que involucra a toda la humanidad y también a
todas las demás formas de vida: no podemos continuar nuestro comportamiento
colectivo si queremos sobrevivir y progresar como civilización en el único
planeta donde tenemos conocimiento que existe vida.
Mi definición favorita de paz,
parafraseando a Johan Galtung, es
“la habilidad de transformar conflictos de
manera empática, creativa y armoniosa.”
Si la asumimos como válida, esta
definición nos permite enfocarnos en lo que es esencial para transformar
cualquier conflicto, incluso el cambio climático. Lo primero es la empatía
–ponerse en los zapatos del otro- no sólo entre seres humanos, sino también con
otra especies que están en peligro de extinción. Lo segundo es la creatividad.
Einstein dijo que no podemos superar los problemas pensando de la misma manera
como pensábamos cuando caímos en ellos. Así que debemos ser creativos. Y lo tercero
es la armonía, o la sensibilidad para movernos hacia escenarios de prosperidad con
el menor grado posible de violencia o sufrimiento.
A diferencia de un siglo atrás,
hoy existen ciudadanos globales que ejercitan su liderazgo hacia la
transformación eficaz de los más severos asuntos globales. Ellos están
preocupados e involucrados en asuntos que van más allá de su lugar de
nacimiento, su lugar de residencia o el estado que emitió su pasaporte. Ellos
son los que entienden que lo que sucede en Asia no se queda en Asia, sino que
afecta África, Europa y las Américas.
Creo que los ciudadanos globales
comparten, al menos, seis características: comprensión de diferentes estilos de
liderazgo; sensibilidad cultural para ser más adaptables a diferentes entornos
culturales; destrezas de facilitación o mediación en situaciones de conflicto;
técnicas de comunicación efectiva que les permiten expresarse de manera
asertiva; destrezas de negociación; y un sentido de ética global, o claridad
acerca de la virtud y del bien en todo contexto cultural.
Todos ustedes son ciudadanos
globales, así sea que eligieron serlo o no. También creo que en el transcurso
de las próximas cinco semanas, se encontrarán en varias situaciones con sus
compañeros, en las cuales se percatarán de que están activamente vinculados
como ciudadanos globales, lidiando con asuntos que quizás no les eran
familiares esta mañana.
Lo que me resulta más fascinante
sobre la ciudadanía global es que es un proceso continuo de aprendizaje que
nunca concluye. Siempre se puede aprender más, estudiar más, escuchar más y
crecer más. Sean conscientes, a lo largo de esta experiencia académica, de
cuánto se consolidará su ciudadanía global entre colegas de diferentes países,
y quizás más importante, viviendo en una de las ciudades más globales del
mundo.
La reciente designación de Tokio
como la ciudad que hospedará los Juegos Olímpicos del 2020 es una confirmación
de su relevancia mundial. Además, la revista Fortune señala a Tokio como la
segunda ciudad más global del mundo en términos de impacto económico e
influencia política de las decisiones que se toman aquí, sobre todo por casi 50
de las corporaciones más grandes del mundo cuyas sedes centrales están ubicadas
en esta ciudad.
Tokio no sólo ofrece una
oportunidad única de expandir su ciudadanía global. De acuerdo con el Índice de
Paz Global, Japón está entre los diez países más pacíficos del orbe. Es un
hecho aún más llamativo si consideramos que 125 millones de personas viven en
un país que tiene 72% de cobertura boscosa, lo cual deja apenas una pequeña
fracción del territorio para asentamientos humanos. Ante tan alta densidad
demográfica, es impresionante que el nivel de conflicto y violencia sea tan
bajo en Japón.
¿Qué han hecho diferente los
japoneses en comparación con otros países del mundo? Los dejo con esta pregunta
para que exploren en las próximas semanas con sus colegas. Confío en que
descubrirán elementos que enriquecerán sus comunidades en sus países de origen.
---
Reflexiono acerca de las
definiciones de conflicto y paz que introduje anteriormente. Los ciudadanos
globales deben crear conciencia de que la humanidad no podrá transformar los
conflictos globales por medio del uso de la fuerza militar. Cada año, el mundo
gasta en conjunto 1.7 billones de dólares (en inglés, trillion) en gasto armamentista. Esto es diez veces más de lo que
las Naciones Unidas considera necesario cada año para invertir en adaptación al
cambio climático y al cumplimiento de las Metas de Desarrollo del Milenio
conjuntamente. Aún más absurdo es que ninguna catástrofe relacionada con el
clima puede ser detenida con armas de guerra.
Ya hay militares de alto rango
confirmando lo que los ecologistas han sugerido por décadas, que una de las
principales amenazas a la paz y a la seguridad en los años venideros es el
cambio climático.
Por lo tanto, lo que requerimos
es un tipo especial de paz: una paz con la naturaleza. Debemos recuperar la
biocapacidad planetaria y su capacidad para generar todos los recursos
naturales que consumimos cada día en cada rincón del mundo. Debemos ser
empáticos hacia otras formas de vida y preservar la abundante riqueza de los
bosques que aún existen, la mayoría de los cuales se encuentran en países en
vías de desarrollo en el sureste asiático, África y América Latina. Debemos
innovar hacia una mayor eficiencia energética, incluyendo fuentes renovables de
electricidad, tecnologías para ciudades inteligentes que permitan una mayor
calidad de vida con una menor demanda energética, y un manejo más eficiente de
otros recursos naturales y materias primas no renovables.
Soy fiel creyente de que podemos
hacer lo requerido para alcanzar esta paz con la naturaleza. Sugiero que
podemos lograrlo por medio de la bioalfabetización, que es la habilidad de
entender el lenguaje de la vida, como el ciclo del agua, el ciclo del carbono,
el proceso de fertilidad que describen todos los ecosistemas naturales, la
comprensión de la huella ecológica humana en el planeta y las múltiples y
enormes oportunidades de desarrollo de infraestructura verde de manera que
resulte financiera, social y ecológicamente sostenible.
Esto no es solamente pensamiento
desiderativo. Desde el 2011, la OCDE –Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico- ha propuesto el crecimiento verde como una política
internacional de desarrollo económico. Un día, en el futuro, el crecimiento
verde nos llegará. No esperemos a que llegue ese día. ¡Lleguemos nosotros
primero! Utilicemos nuestra ciudadanía global, nuestras destrezas de liderazgo,
técnicas y orientación ética para aprovechar las ventajas que representa el
crecimiento verde en este siglo.
Somos la única generación en la
civilización humana que ha enfrentado un desafío global de tan inmensas
proporciones. Las oportunidades de transformación están ante nuestros ojos.
Todo lo que requerimos es entender el conflicto para entender las maneras de
resolverlo.
Permítanme compartir otra
reflexión personal. En dos meses, mi esposa dará a luz a nuestro primogénito.
Si este bebé tiene la misma longevidad genética de mis ancestros, significa que
él o ella tendrá 87 años al celebrarse la llegada del siglo XXII. Ninguno de
nosotros en este auditorio estará vivo entonces, pero probablemente mi hijo sí
lo estará, y muy probablemente sus hijos también. Tengo claro que represento un
puente en mi familia entre los siglos XIX y XXII. Es por ello que, para mí, el
cambio global ambiental es un asunto personal. Es una batalla que he elegido
luchar, y los insto a que hagan lo mismo.
Deseo terminar con una frase de
un libro que leí la semana pasada y me hizo pensar en ustedes:
“La inspiración es algo mágico,
un multiplicador de la productividad, un motivador. Pero no los esperará. La
inspiración es una cuestión del ahora. Si los atrapa, atrápenla de vuelta y
pónganla a trabajar.”
…
Muchas gracias.
Tokio, Japón
9 de setiembre, 2013
No comments:
Post a Comment