Sunday, March 11, 2012

Conmemoración del Gran Terremoto del Este de Japón

La convocatoria era para la 1 p.m. en la Cancillería. De ahí salió el cuerpo diplomático en varios buses hacia el Teatro Nacional, al cual ingresamos a la 1:15 p.m. Faltaba casi hora y media para que iniciara el evento. Un suave violín sonaba por el altoparlante mientras el panel de control regulaba luz, sonido e imagen. Fue la primera impresión al entrar al recinto teatral.

Durante la larga espera, algunos embajadores hicieron la siesta mientras otros conocían a sus compañeros de butaca o buscaban hacerse espacio entre piernas ajenas para salir a refrescarse. Las butacas no eran cómodas y el espacio era estrecho. Es la percepción de alguien que debe ser ligeramente más grueso que el japonés promedio.

En el escenario había un majestuoso monumento compuesto de miles de margaritas y calas blancas ofrendadas por Su Alteza Imperial, la Emperatriz Michiko. Al centro había un tótem tradicional japonés que se utiliza en sustitución de lápidas que rezaba, en caracteres japoneses: "A la memoria de las almas de todos aquellos que perdieron la vida en el Gran Terremoto del Este de Japón." Encima del monumento colgaba una bandera de Japón.

En cada silla había un audífono para los que requirieran traducción al inglés. Cuando todos los discursos son escritos de previo, el trabajo de los traductores es mucho más sencillo y en Japón, en actividades oficiales, suele ser la norma.

A nuestro costado izquierdo las puertas abiertas dejaban entrar una corriente de aire frío. Pese a la proximidad de la primavera, todavía la temperatura se mantiene por debajo de los 10 grados centígrados.

Reflexionaba durante la larga espera cuánto de Japón hay en cada uno de nosotros y cuánto de nosotros hay en Japón, sobre todo con ocasión de aquel escalofriante terremoto, tsunami y derrame nuclear de un año atrás. El drama humano, el dolor ajeno, la energía desplegada, la emoción compartida, la empatía producida. El Gran Terremoto del 11 de marzo de 2011 fue una clara muestra de que somos capaces de sentir el sufrimiento del otro, que nos impulsa a tender la mano y ser solidarios aún con pueblos al otro lado del planeta. Más, mucho más de esto necesitamos.

El evento dio inicio con el silencioso y solemne saludo del Emperador y la Emperatriz. Él se recupera de una cirugía cardíaca y se nota que ha recobrado la salud muy rápidamente. Leyó un sentido discurso de frente al monumento -de espaldas al público- recordando la memoria de las víctimas y el carácter del pueblo japonés.

Una a una desfilaron las personalidades del gobierno que hablarían, todos de espaldas al público. El Primer Ministro, Yoshihiko Noda, reiteró tres promesas: primera, hacer lo necesario para reconstruir completamente la zona destruida y recuperar la normalidad de la vida de sus habitantes; segunda, incorporar a las políticas públicas las lecciones aprendidas durante y después de la triple tragedia de hace un año; y tercera, reivindicar el espíritu de asistencia mutua que se hizo presente de inmediato en la zona devastada, y que todavía sigue siendo necesaria en la actualidad. Asimismo, recordó la importancia de contribuir con asistencia internacional a tantos pueblos que contribuyeron con asistencia a Japón cuando más la necesitaba.

En la ceremonia predominó el silencio. La solemnidad del evento era a la medida de la solemnidad de la cultura japonesa, que con un simple y silencioso gesto de reverencia demuestran su honor, su humildad y su virtud. Sin hablar. Todos iguales.

El clímax de la ceremonia fueron los relatos de tres sobrevivientes de tres prefecturas afectadas: Iwate, Miyagi y Fukushima. El señor que se encontraba a 50 kilómetros de su pueblo cuando impactó el tsunami y perdió a su madre, a su esposa y a su nieto que acababa de cumplir cuatro años el mes anterior. La señora que perdió a su hija y a su hijo recién casado y cuya esposa embarazada sobrevivió y dio a luz al nieto de la señora en julio pasado. Entre sollozos de ella y de muchos en el público, incluido el moderador del evento, continuó invocando paz y tranquilidad, consuelo y sentido en su vida para seguir adelante. Y la joven cuyo padre, miembro del cuerpo de bomberos, visitó varias escuelas recién terminado el terremoto para verificar que los estudiantes estuvieran bien, y en el trayecto entre una escuela y otra fue sorprendido fatalmente por el tsunami.

Sentimientos de enojo, tristeza, desesperación y de impotencia de no poder culpar a nadie por lo sucedido narró el presidente de la Corte Suprema de Justicia. ¡Justicia! Nos recordó que cada vida tenía su historia y que cada persona tenía un proyecto de vida que fue truncado súbitamente aquella tarde de viernes de invierno.

Al cierre del evento, todos los personajes fueron invitados a volver al escenario para ofrendar una flor ante el monumento. Las figuras de gobierno, múltiples representantes de las comunidades afectadas y el cuerpo diplomático subimos a manifestar nuestro respeto y pesar en memoria de las almas de los casi veinte mil que fallecieron o permanecen desaparecidos. Mientras tanto, una banda militar entonaba una melodía lúgubre que conmovía en cada nota.

El sentimiento de empatía por el pueblo japonés es una prueba de que sí es posible en nuestra humanidad sentir en persona el dolor ajeno. Me pregunté cuántos millones alrededor del mundo viven en condiciones de catástrofe, sin agua, sin techo, sin comida, sin medicamentos, sin paz, sin trabajo, sin familia, sin escuela. Somos capaces, como humanidad, de solidarizarnos con todos aquellos que hoy sufren. Para ellos también debe alcanzar la solemne y estremecedora conmemoración del primer aniversario del Gran Terremoto del Este de Japón.

1 comment:

Kimiko en Tokyo said...

Una descripcion clara, poetica y profunda no solamente del dia y del momento sino de los sentimientos que guiaba y embargaba a los presente.
Excelente!