Saturday, April 02, 2011

Lecciones del fútbol brasileño

Hay una notoria diferencia que salta a la vista entre el fútbol nacional en Costa Rica y en Brasil: el profesionalismo. Como en cualquier oficio, la calidad en el desempeño no sólo se adquiere con años de trabajo, sino que requiere de métodos de entrenamiento, de práctica dirigida, de mejoramiento constante.

El campeonato brasileño, quizás el más complicado del mundo, se divide en dos etapas a lo largo del año: el campeonato estatal o provincial, el cual se disputa sólo entre los equipos de cada estado o provincia (se disputan 18 torneos independientes en total); y el campeonato nacional, en el cual participan sólo los mejores equipos del país.

La precisión en los pases, la velocidad en los piques y la eficacia frente al marco son llamativas. Un distintivo adicional es la potencia con la que tiran a marco. No es raro ver goles desde 25 metros, imparables para los ya de por sí buenos porteros.

Esta calidad no responde necesariamente a cuestiones meramente culturales o étnicas. No es tan cierto que por ser una cultura con amplia influencia africana el biotipo del jugador brasileño es ideal para la práctica del fútbol. Tampoco es cierto que por ser un país de danza (samba, forró, lambada) los jugadores tienen mayor aprestamiento para la “danza” del fútbol.

Lo que sí es cierto es que todo jugador que participa de un equipo de primera división en cualquier campeonato del país ha pasado años de infancia y adolescencia en escuelas de fútbol donde han sido entrenados desde lo más elemental del deporte –condición física y técnica- hasta sus elementos más elaborados, como tácticas y sistemas de juego.

Los niños que tienen aspiraciones a ser jugadores profesionales entran a escuelas que existen en todo el país, donde son asesorados, entrenados y escogidos según su desempeño. Para cuando cumplen 15, ya es evidente su talento y destrezas desarrolladas y por lo general ya han sido reclutados por equipos mayores. Al cumplir la mayoridad, sus fichas ya tienen precio y se miden en millones. Tal es el caso del conocido zurdo mediocampista Ganso, del Santos del famosísimo Pelé. Este jugador está próximo a ser traspasado al Inter de Milán, que inició negociaciones por la suma de 36 millones de euros (50 millones de dólares), y a sus 21 años, con cuatro temporadas completas, ya registra casi 50 goles y fue distinguido como el mejor jugador del campeonato nacional el año pasado.

Estos jugadores, al llegar a Europa, es poco lo que hay que enseñarles. Lo que los clubes europeos hacen con ellos es cambiarles la alimentación y el trabajo concentrado con pesas para que aumenten los 10 ó 15 kilos requeridos para competir hombro a hombro en las duras ligas europeas. En nuestro país hemos visto el cambio físico que han tenido jugadores como Bryan Ruiz, Christian Bolaños o Winston Parks. El aumento en corpulencia se traduce en potencia para correr, saltar y patear, movimientos elementales del fútbol.

Queda claro que es muy diferente nuestra querida “mejenga” que la práctica, profesional y competitiva, del fútbol. Como en cualquier oficio, el aprendizaje y el entrenamiento conducen a mayor calidad. Es en educación donde fallamos.

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