Saturday, May 19, 2012

Sobre vegetarianismo

Mi buen amigo Felipe Castro Truque ha compartido un estupendo ensayo de Paul Watson, famoso por su proyecto Sea Shepherd, sobre vegetarianismo desde el punto de vista de los esfuerzos por la conservación medioambiental.

Me especialicé académicamente en transformación de conflictos y desde entonces me resulta un hábito bastante sencillo identificarlos. El 6 de julio de 2007, el entonces presidente de la República, Óscar Arias Sánchez, sonó fuerte la alarma del cambio climático por parte de su desafortunadamente infame discurso de Paz con la Naturaleza, declamado en un inmejorable escenario en el Teatro Nacional. Ese día sentí un llamado de conciencia y decidí comprometer mis mejores esfuerzos el resto de mi vida por combatir lo que, a mi juicio, constituye el más grave y complicado conflicto que la civilización humana y el planeta vivo jamás haya enfrentado: el cambio climático antropogénico.

Desde entonces inicié un afanoso trayecto de estudio de las causas y las consecuencias según el criterio de expertos y escépticos. He invertido miles de horas leyendo y conversando con expertos, elaborando hipótesis, escribiendo en mis notas y en este blog al respecto, intentando diagnosticar el conflicto de una manera que nos permita transformarlo eficazmente.

La misma noche del discurso Paz con la Naturaleza recibí confirmación de mi designación como diplomático en la primera Embajada que Costa Rica abriría en la República Popular China. Así que también invertí cientos de horas estudiando sobre el gigante asiático. Comprender los hábitos de consumo y el vertiginoso crecimiento económico y proyecciones futuras de aquel enorme país me permitió asociar los puntos para entender que nuestro planeta se encontraba en curso de colisión entre los recursos naturales disponibles y los recursos naturales que estábamos consumiendo.

En 2008, y tras consultas con mi nutricionista, decidí explorar el vegetarianismo como una manera de realizar un sacrificio personal para entender el esfuerzo colectivo que debíamos realizar como civilización para sensibilizarnos sobre el conflicto y reducir mi huella ecológica individual. Adopté esta dieta como resolución de Año Nuevo y desde el 31 de diciembre de 2008 suspendí el consumo voluntario de todo tipo de animal y sus derivados lácteos. Por recomendación de mi nutricionista, consumo 1000 mg de aceite de pescado en cápsula por día, así como 6 huevos no fecundados de gallina por semana, ya que el cerebro requiere de un amino ácido que sólo existe en proteína de origen animal. El resto de mi proteína la obtengo de frijoles, lentejas, tofu, nueces y semillas, vegetales de hoja verde, y demás.

Deseo agregar que, por razones laborales, me he visto comprometido a comer carne en platillos que han sido servidos en ejercicio de mi cargo diplomático como embajador en Japón, muy especialmente durante el almuerzo que el Emperador Akihito le ofreció a la presidenta costarricense Laura Chinchilla durante su visita a Japón en diciembre de 2011, y la cena que le ofreció el primer ministro Yoshihiko Noda en la misma ocasión. Desde hace más de tres años aprendí que la comida es alimento y energía para el cuerpo y el cerebro, así que como lo que haya en el plato sin cuestionar su sabor o mi gusto por aquello. Es cuestión de actitud.

Quiero dejar claro que hasta mis 32 años de edad fui un omnívoro voraz. Comía de todo y en exceso. Dejar la carne implicó un compromiso inimaginable apenas unos años atrás. De hecho, lo asumí como un experimento para ver cuánto tiempo soportaría la tortura auto-infligida. Los primeros 11 días fueron difíciles. Tuve pesadillas de que me sentaba a comer con mucha hambre y sólo había carne en la mesa. El 11 de enero de 2009, durante mi meditación matutina, visualicé que se levantaba de mis espaldas un enorme peso, y comencé a sentirme muy liviano, no sólo de cuerpo, sino de mente y de espíritu, de intenciones y de emociones. Empecé a disfrutar de la sensación hasta la fecha.

Aún no he encontrado una buena razón para volver a comer animales, aunque sí debo admitir que la resolución de Año Nuevo de Mark Zuckerberg de 2011 me resultó atractiva: comer sólo carne de animales que uno mate con sus propias manos. Me ilusiona pensar que podría vivir criando y sacrificando para alimento mis propias gallinas, conejos y pescados algún día.

Creo importante mencionar que, de los gases que producen el efecto invernadero que afectan el cambio climático, aproximadamente un tercio proviene de vehículos automotores, un tercio proviene de deforestación y un tercio proviene de la industria cárnica, según lo reportó el Dr. Rajendra Pachauri, Premio Nóbel de la Paz y director del Panel Intergubernamental de Cambio Cimático en 2008, lo cual fue muy polémico entre los productores de carne del mundo.

También creo importante mencionar que el 99% de personas en el mundo no tiene una noción clara del cambio climático. O sea, no comprende la ciencia que respalda las mediciones, causas y consecuencias actuales y futuras, y cree que es algo que puede resolverse con el simple paso del tiempo.

Hay dos mil millones de personas que son ricas (hogares con ingreso mensual por persona de más de US$1000) o aspirantes a ricas (hogares con ingreso mensual por persona de entre US$300 y $1000). Los restantes cinco mil millones de personas invierten la totalidad de su tiempo y sus energías y emociones en procurar sustento diariamente, desde agua potable, como las señoras indígenas con las que conviví en Guatemala que dedicaban seis horas hábiles por día, siete días a la semana todas sus vidas, a ir al río por un poco de agua para poder beber, cocinar, lavar, limpiarse el cuerpo; hasta leña para cocinar y, por supuesto, comida, abrigo, techo, salud, seguridad, y toda otra necesidad humana básica que no tienen satisfecha como servicio adquirido.

Esto me parece pertinente porque si estás leyendo este blog quiere decir que formas parte de aquellos dos mil millones cuyo consumo individual de recursos naturales del planeta es cientos de veces mayor al promedio per capita en el planeta, y miles de veces mayor a lo que consumen los dos mil millones que menos consumen. Esto no sólo nos responsabiliza sobre las causas que provocan el cambio climático, sino que nos exige liderar la transformación.

Si no somos nosotros, entonces quién? Y si no ahora, entonces cuándo?

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