Wednesday, September 11, 2013

Discurso inaugural en la Universidad de las Naciones Unidas - Tokio, Japón


Discurso inaugural
Universidad de las Naciones Unidas

Profesor Dr. David Malone, Rector de la Universidad de las Naciones Unidas,

Profesor Dr. Kazuhiko Takeuchi, Vice-rector y director del Instituto de Paz y Sostenibilidad,

Distinguidos funcionarios de gobierno,

Colegas del cuerpo diplomático,

Estudiantes, profesores y empleados de la Universidad,

Queridos amigos,

Buenos días. Les agradezco a todos por estar aquí. He preparado unas breves palabras con especial dedicación para los estudiantes que hoy inician el curso intensivo de cinco semanas que definitivamente transformará sus vidas de varias maneras.

El año pasado tuve el privilegio de participar en el evento de clausura, donde estudiantes como ustedes presentaron sus proyectos grupales a un panel de invitados del cual formé parte, y me llamó la atención cuánto conocimiento fue invertido por los participantes en la creación de ideas que no habrían existido de otra forma.

Fue un muy buen ejemplo de creación de valor compartido: conjuntar las fortalezas individuales para darle vida a algo que no hubieran logrado individualmente o por separado. Es una ilustración precisa de la sinergia. Esto es lo que estarán haciendo ustedes desde ahora hasta mediados de octubre.

Permítanme compartir una breve historia de mi familia. My bisabuelo nació en el siglo XIX y murió a la edad de 96 años. Mis dos abuelas tienen 98 años y con una de ellas hablo todos los sábados por teléfono. Le pregunto por sugerencias para lograr vivir tanto tiempo en tan buenas condiciones, y siempre responde acerca de la manera como ella ha cuidado su salud.

Me lleva a preguntarme si conduzco mi vida de la misma manera saludable o si mis circunstancias y escogencias van en detrimento de mi longevidad genética. También me lleva a preguntarme cuan diferente fue el siglo XX que ella vivió de este siglo XXI que estamos viviendo.

Hasta la fecha, cada año de este siglo XXI la humanidad ha producido más de 30 mil millones de toneladas métricas de dióxido de carbono, una figura difícil de comprender por su gran dimensión. Simultáneamente, el planeta ha estado perdiendo hasta 250 mil kilómetros cuadrados de biomasa fértil por causa de la deforestación, la erosión de los suelos y la desertificación. Para poner esta cifra en contexto, es el equivalente a perder toda la cobertura boscosa de Japón cada año.

No sólo estamos liberando cantidades excesivamente grandes de un gas altamente tóxico al aire que respiramos, sino que estamos reduciendo la vegetación que podría limpiar aquella contaminación a una velocidad asombrosamente acelerada. Me lleva a preguntarme cuánto más comportamiento humano podrá soportar el planeta. Estamos, claramente, en curso de colisión.

La ciencia, aunque limitada en su capacidad de explicar la extensión del problema, por lo menos ha logrado probar que las emisiones de dióxido de carbono emitidas por el ser humano a la atmósfera están alterando patrones climáticos globales, perturbando un balance que ha permanecido dentro de un rango normal de estabilidad por los últimos cuatro millones de años. El ritmo de cambio ambiental es más rápido que lo que ha ocurrido en cualquier otro período geológico hasta ahora registrado.

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Mi definición favorita de “conflicto” es simplemente una incompatibilidad de metas. Lo que acabo de describir es un conflicto global que involucra a toda la humanidad y también a todas las demás formas de vida: no podemos continuar nuestro comportamiento colectivo si queremos sobrevivir y progresar como civilización en el único planeta donde tenemos conocimiento que existe vida.

Mi definición favorita de paz, parafraseando a Johan Galtung, es

“la habilidad de transformar conflictos de manera empática, creativa y armoniosa.”

Si la asumimos como válida, esta definición nos permite enfocarnos en lo que es esencial para transformar cualquier conflicto, incluso el cambio climático. Lo primero es la empatía –ponerse en los zapatos del otro- no sólo entre seres humanos, sino también con otra especies que están en peligro de extinción. Lo segundo es la creatividad. Einstein dijo que no podemos superar los problemas pensando de la misma manera como pensábamos cuando caímos en ellos. Así que debemos ser creativos. Y lo tercero es la armonía, o la sensibilidad para movernos hacia escenarios de prosperidad con el menor grado posible de violencia o sufrimiento.

A diferencia de un siglo atrás, hoy existen ciudadanos globales que ejercitan su liderazgo hacia la transformación eficaz de los más severos asuntos globales. Ellos están preocupados e involucrados en asuntos que van más allá de su lugar de nacimiento, su lugar de residencia o el estado que emitió su pasaporte. Ellos son los que entienden que lo que sucede en Asia no se queda en Asia, sino que afecta África, Europa y las Américas.

Creo que los ciudadanos globales comparten, al menos, seis características: comprensión de diferentes estilos de liderazgo; sensibilidad cultural para ser más adaptables a diferentes entornos culturales; destrezas de facilitación o mediación en situaciones de conflicto; técnicas de comunicación efectiva que les permiten expresarse de manera asertiva; destrezas de negociación; y un sentido de ética global, o claridad acerca de la virtud y del bien en todo contexto cultural.

Todos ustedes son ciudadanos globales, así sea que eligieron serlo o no. También creo que en el transcurso de las próximas cinco semanas, se encontrarán en varias situaciones con sus compañeros, en las cuales se percatarán de que están activamente vinculados como ciudadanos globales, lidiando con asuntos que quizás no les eran familiares esta mañana.

Lo que me resulta más fascinante sobre la ciudadanía global es que es un proceso continuo de aprendizaje que nunca concluye. Siempre se puede aprender más, estudiar más, escuchar más y crecer más. Sean conscientes, a lo largo de esta experiencia académica, de cuánto se consolidará su ciudadanía global entre colegas de diferentes países, y quizás más importante, viviendo en una de las ciudades más globales del mundo.

La reciente designación de Tokio como la ciudad que hospedará los Juegos Olímpicos del 2020 es una confirmación de su relevancia mundial. Además, la revista Fortune señala a Tokio como la segunda ciudad más global del mundo en términos de impacto económico e influencia política de las decisiones que se toman aquí, sobre todo por casi 50 de las corporaciones más grandes del mundo cuyas sedes centrales están ubicadas en esta ciudad.

Tokio no sólo ofrece una oportunidad única de expandir su ciudadanía global. De acuerdo con el Índice de Paz Global, Japón está entre los diez países más pacíficos del orbe. Es un hecho aún más llamativo si consideramos que 125 millones de personas viven en un país que tiene 72% de cobertura boscosa, lo cual deja apenas una pequeña fracción del territorio para asentamientos humanos. Ante tan alta densidad demográfica, es impresionante que el nivel de conflicto y violencia sea tan bajo en Japón.

¿Qué han hecho diferente los japoneses en comparación con otros países del mundo? Los dejo con esta pregunta para que exploren en las próximas semanas con sus colegas. Confío en que descubrirán elementos que enriquecerán sus comunidades en sus países de origen.  

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Reflexiono acerca de las definiciones de conflicto y paz que introduje anteriormente. Los ciudadanos globales deben crear conciencia de que la humanidad no podrá transformar los conflictos globales por medio del uso de la fuerza militar. Cada año, el mundo gasta en conjunto 1.7 billones de dólares (en inglés, trillion) en gasto armamentista. Esto es diez veces más de lo que las Naciones Unidas considera necesario cada año para invertir en adaptación al cambio climático y al cumplimiento de las Metas de Desarrollo del Milenio conjuntamente. Aún más absurdo es que ninguna catástrofe relacionada con el clima puede ser detenida con armas de guerra. 

Ya hay militares de alto rango confirmando lo que los ecologistas han sugerido por décadas, que una de las principales amenazas a la paz y a la seguridad en los años venideros es el cambio climático.

Por lo tanto, lo que requerimos es un tipo especial de paz: una paz con la naturaleza. Debemos recuperar la biocapacidad planetaria y su capacidad para generar todos los recursos naturales que consumimos cada día en cada rincón del mundo. Debemos ser empáticos hacia otras formas de vida y preservar la abundante riqueza de los bosques que aún existen, la mayoría de los cuales se encuentran en países en vías de desarrollo en el sureste asiático, África y América Latina. Debemos innovar hacia una mayor eficiencia energética, incluyendo fuentes renovables de electricidad, tecnologías para ciudades inteligentes que permitan una mayor calidad de vida con una menor demanda energética, y un manejo más eficiente de otros recursos naturales y materias primas no renovables.

Soy fiel creyente de que podemos hacer lo requerido para alcanzar esta paz con la naturaleza. Sugiero que podemos lograrlo por medio de la bioalfabetización, que es la habilidad de entender el lenguaje de la vida, como el ciclo del agua, el ciclo del carbono, el proceso de fertilidad que describen todos los ecosistemas naturales, la comprensión de la huella ecológica humana en el planeta y las múltiples y enormes oportunidades de desarrollo de infraestructura verde de manera que resulte financiera, social y ecológicamente sostenible.

Esto no es solamente pensamiento desiderativo. Desde el 2011, la OCDE –Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico- ha propuesto el crecimiento verde como una política internacional de desarrollo económico. Un día, en el futuro, el crecimiento verde nos llegará. No esperemos a que llegue ese día. ¡Lleguemos nosotros primero! Utilicemos nuestra ciudadanía global, nuestras destrezas de liderazgo, técnicas y orientación ética para aprovechar las ventajas que representa el crecimiento verde en este siglo.

Somos la única generación en la civilización humana que ha enfrentado un desafío global de tan inmensas proporciones. Las oportunidades de transformación están ante nuestros ojos. Todo lo que requerimos es entender el conflicto para entender las maneras de resolverlo.

Permítanme compartir otra reflexión personal. En dos meses, mi esposa dará a luz a nuestro primogénito. Si este bebé tiene la misma longevidad genética de mis ancestros, significa que él o ella tendrá 87 años al celebrarse la llegada del siglo XXII. Ninguno de nosotros en este auditorio estará vivo entonces, pero probablemente mi hijo sí lo estará, y muy probablemente sus hijos también. Tengo claro que represento un puente en mi familia entre los siglos XIX y XXII. Es por ello que, para mí, el cambio global ambiental es un asunto personal. Es una batalla que he elegido luchar, y los insto a que hagan lo mismo.

Deseo terminar con una frase de un libro que leí la semana pasada y me hizo pensar en ustedes:  

“La inspiración es algo mágico, un multiplicador de la productividad, un motivador. Pero no los esperará. La inspiración es una cuestión del ahora. Si los atrapa, atrápenla de vuelta y pónganla a trabajar.”


Muchas gracias.

Tokio, Japón
9 de setiembre, 2013

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