Wednesday, March 27, 2013

Amenazas militares de Corea del Norte contra Japón


El acontecimiento geopolítico más relevante de este mes de marzo para el Japón ha sido la amenaza de ataque militar por parte de Corea del Norte, que resultó de maniobras de la fuerza aérea estadounidense sobre cielos surcoreanos. Dichos ejercicios fueron interpretados por autoridades norcoreanas como una provocación y un ensayo para una eventual invasión a su territorio.

La expresión de violencia militar, política y diplomática fue dirigida específicamente a las bases militares estadounidenses en Japón y Guam, argumentando que es de bases en estos lugares de donde despegaron los bombarderos utilizados en los vuelos de entrenamiento.

La notoria agresividad del régimen norcoreano se ha visto exacerbada en días recientes por las sanciones impuestas por Naciones Unidas el mes pasado en respuesta a la tercera prueba nuclear realizada por Norcorea en el mismo mes de febrero. Adicionalmente, la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas ha aprobado la semana pasada la creación de una comisión para investigar supuestos abusos de derechos humanos en Corea del Norte.

Es destacable, en esta oportunidad, el aumento de tensiones en la región del Lejano Oriente o Asia del Este, concretamente entre Japón, China, Corea del Sur y Corea del Norte. Los últimos seis meses han sido de un ruidoso incremento del discurso hostil, desde el verano anterior en que se agitaron las aguas por disputas territoriales entre Japón, por una parte, y China y Corea del Sur, respectivamente, así como la reciente detonación nuclear norcoreana y esta última manifestación ofensiva de amenaza de ataque militar.

Para una democracia desmilitarizada como la costarricense, este escenario geopolítico es inaudito y deplorable. Mientras nuestro país avanza una agenda de prosperidad basada en el desarme, la sostenibilidad y la creación de valor socioeconómico y ambiental a través de la implementación exitosa de los derechos humanos, en pleno Siglo XXI el este asiático pareciera estar reviviendo el teatro vivido durante inicios del siglo pasado y la consecuente guerra mundial que vio, en esta zona geográfica, una de sus manifestaciones más cruentas y violentas.

Es menester mantener la firmeza de la posición histórica costarricense basada en intereses y principios que promueven la convivencia pacífica entre naciones y estados y expresarse con vehemencia ante manifestaciones belicistas que, de ninguna manera, ofrecen ni proponen opciones para la creación de valor en torno a medios pacíficos.

Se debe considerar, además, la posibilidad de que la autoridad moral de Costa Rica pudiera aportar mejores prácticas para la transformación de estos conflictos que son, por ahora, fácilmente desescalables en términos de los costos en los que se debe incurrir para obtener los beneficios que traería otro tipo de entendimiento entre las partes.

Más allá de lo específicamente local del conflicto y lo que pudiera afectar a los actores directos, la alteración de la armonía en las relaciones internacionales significa una pérdida para toda la comunidad global en el sentido de seguridad y en las expectativas de prosperidad que se procuran a nivel doméstico en todos los rincones del mundo. Ello sin entrar a considerar el impacto económico que tendría un incremento en la belicosidad en las semanas y meses siguientes, en tiempos de cadenas globales de valor que integran industrias enteras vinculadas prácticamente a toda región del orbe.

Por lo expuesto, el liderazgo de Costa Rica, si bien tan solo indicando lo que no anda bien y cómo reenfocarlo hacia la paz, podría resultar un instrumento innovador en lo que algunos sugieren son los albores de la Guerra Fría del Siglo XXI. 

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