Wednesday, December 08, 2010

Querido Pedro (o de las elecciones de alcaldes)

Ya va llegando la hora de que procuremos acuerdos transversales, al margen de intereses o componendas políticas. Nuestro país es microcosmos del planeta en algunas cosas, como la violencia, los conflictos internacionales y la ineficaz dinámica societaria. No estamos pudiendo desde hace años organizarnos y hacer camino juntos. Principalmente, creo que no estamos queriendo. Ya va siendo hora de reconsiderar nuestras actitudes parcelarias porque ya nos estamos viendo confrontados por fenómenos de todo tipo de los cuales sólo saldremos airosos si nos juntamos.

No lo digo como ominosa profecía. Más bien, en pocos lugares del planeta la vida es tan pura como en Costa Rica. Se vive bien y el costo por todos los beneficios que recibimos es notoriamente bajo. Mantener esa pureza fue fácil durante la generación de nuestros padres, no así de nuestros abuelos. De nuevo nos encontramos en una generación-encrucijada. Somos los ancianos del 2050 y nos toca decidir aquí y ahora cómo querríamos ser recordados. Mejor dicho, qué querríamos heredar a nuestros nietos y cómo nos gustaría conducirnos las próximas cuatro décadas.

Ya dilapidamos múltiples oportunidades los últimos 15 años. Cada gobierno entra, hace cuatro o cinco cosas de valor, y lo demás es olvidable, o, peor aún, degradante. Pasajero. Inefectivo. Si nuestras acciones no logran tener un impacto restaurador mensurable en nuestros nichos comunitarios de la sociedad y de la nación entera, entonces no estamos ni administrando bien ni liderando.

No creo que el cambio se pueda dar desde adentro del gobierno. Esa lavadora es inmanejable. Somos muy rebeldes los costarricenses. Quizás por eso hemos tenido tantos lúcidos éxitos individuales que suman en lo colectivo. Pero colectivamente, salvo dos o tres chispazos añejos de medio siglo atrás, hemos sido incapaces de gobernarnos hacia el desarrollo.

Yo me pregunto cuánto tiempo tanta gente seguirá aguantando presas, violencia, carencias infraestructurales, oportunidades perdidas, desorden, corrupción. La gente va al trabajo todos los días, regresa a casa, y queda obviamente agotada de la jornada. Cuándo dedicamos tiempo y esfuerzo a empujar una transformación que nos ayude a dar el salto? No es un salto al abismo. Es un par de pasos hacia el otro lado del río. Estamos a medio camino. De fijo ya dejamos la otra orilla. Pero de fijo no hemos llegado al destino tampoco. Ese paso que falta no se puede dar arañando terreno disputado férreamente con quien creemos falsamente ser nuestro adversario. El adversario anda por otro lado.

Mientras no corrijamos lo que no anda bien en nuestra sociedad, creo que los mejores hombres y los mayores esfuerzos deben hacerse desde afuera del gobierno para devolverle al país su orden, el cual ya está plasmado en las leyes actuales. Nuevas leyes no mejorarán necesariamente su cumplimiento. La crisis es primordialmente de liderazgo, y no se debe a falta de voluntad sino a falta de información.

Esta marejada que se nos ha venido encima en el planeta entero con los wikileaks son una oportunidad dorada para afianzar modelos que se apeguen radicalmente a la transparencia. Informar sobre estos escenarios y sobre una estrategia a seguir podría desatar un despertar de liderazgo entre nuestra generación, los ancianos del 2050. A los mayores de hoy los necesitamos, sin duda. No para que nos digan hacia adónde, sino hacia adónde no. Los ancianos de hoy saben mejor que nadie qué ha fallado. Necesitamos de su sabiduría para corregir los errores en los que seguimos reincidiendo. Es nuestra generación la que tiene que decidir si juega o no juega, si va o no va. Y luego trabajar muy fuerte por 40 años. Es la única forma de construir una nación.

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