Poesía del Universo

El Universo es silencio, espacio, oscuridad.
Rara vez, un impulso de energía.
Cuando se juntan algunos impulsos de energía -suficientes- y se empujan hasta alcanzar el perfecto orden de la materia, surge la percepción de que el Universo es de cosas, de materia.
En realidad no ha dejado de ser silencio, espacio, oscuridad.
En un parpadeo de quinientos años en la eternidad del Universo, la humanidad, dotada de razón, quiso creer que la riqueza estaba en el Tener.
La razón no alcanzaba para entender que en un Universo de silencio, oscuridad y espacio, la verdadera riqueza está en el Ser.
Es ahí, sólo ahí, donde nuestra grandeza individual y colectiva no tiene límites.
Esa grandeza y esa riqueza la podemos tener todos por igual, sin envidias, sin límites, sin complejos.
No se agota el Universo porque algunos o todos alcancemos la grandeza de la riqueza del Ser.
No se agota lo que somos.
Sí se agota lo que tenemos.
Y ciertamente no alcanza para todos.
Ni siquiera el dinero, la gran ficción del Siglo XX, alcanza para que todos pensemos que somos algo más que pobres.
No alcanza toda la ficción para que podamos tener toda la riqueza que queramos sin que se agote la materia -aquel improbable encuentro de impulsos de energía que le han dado forma a lo que de cerca parecen ser objetos, pero que no dejan de ser más que improbabilidades energéticas en el Universo, infinito silencioso y oscuro espacio.